
Ayer no pude verla, ni mirar al cielo, aunque trataba de buscar una explicación a tanta prisa de repente por dejar este mundo. Si apenas te había preguntado nada, si apenas me había dado tiempo a mirarte, padre mío. Padre de esa especial familia que se busca y se encuentra y se elige para siempre. ¿Quién buscó a quién? Ya no importa.
Contigo se van tantos momentos maravillosos de un tiempo inocente de juventud, de una infinita ilusión y de unas ganas por aprender a tu vera, que no hubiera cambiado por nada en el mundo. Gracias por dejarme ser yo misma, gracias por enseñarme tanto, por cumplir los sueños de una chica jiennense que solo quería comerse el mundo y empezó por la dulzura de tus consejos y tu risa. Te quiero, te admiro y te respeto como el padre mío que siento que eres.
Andaluz y amando a Platero y yo. Te has ido sin hacernos sufrir por tener que pasar por el dolor y el tiempo de una enfermedad. Eso es generosidad. Te has ido como el que camina entre la niebla y desaparece. Tú, precisamente tú, que eres luz para mí. Descansa en paz, Jesús Hermida.