Es la política, estúpido

Cuando James Carville, asesor  de Bill Clinton en la campaña electoral de 1992, acuñó la célebre frase 'es la economía, estúpido', difícilmente pudo imaginar la repercusión que la expresión tendría en aquellas elecciones, en la que los demócratas se impusieron a los republicanos llevando a Clinton a la Casa Blanca.

    21 oct 2011 / 09:12 H.

    Desde entonces, se utiliza en numerosas ocasiones para destacar lo importante de alguna cuestión, utilizando la misma estructura. Así, es normal escuchar: “es la religión, estúpido” o “es el déficit, estúpido”  o conceptos similares cuando se quiere, como decía, destacar lo relevante de algo. Durante los últimos veintitantos años hemos escuchado hasta la saciedad la importancia de la liberalización de la economía, de la capacidad de los mercados para regular por sí solos los desequilibrios sociales, las bondades de la privatización de empresas estratégicas, cómo las de energía o transporte, que iban a traer grandes beneficios para todos en calidad, eficiencia y precio, etcétera, etcétera, etcétera.  Sin embargo, viendo las consecuencias que en unos y otros casos, y en general en todo el mundo se han producido, creo que, parafraseando a Carville, la solución “es la política, estúpido”. Que ha llegado la hora de que reivindiquemos, que exijamos Política y Políticos con mayúsculas. El movimiento del 15-M en nuestro país, y el producido mundialmente el 15-O, han sido una bocanada de aire fresco que ha llegado a todos los rincones, a todos los despachos, a todos los centros de decisión. Si bien al principio pudo confundirse con una cierta marginalidad, asimilarse a movimientos de corte juvenil, o de desclasados, el tiempo ha demostrado la enorme coherencia de muchos de sus planteamientos, la transversalidad ideológica, de edad y de formación de quienes han ocupado calles y plazas. La indignación que da nombre al movimiento tiene causas, motivos, razones objetivas  y resolubles. Sí, pero desde la política. Seguramente tenemos que cambiar muchas cosas y hacer que muchas cosas cambien. Propuestas planteadas en las asambleas que se han venido celebrando empiezan a recogerse en los programas electorales y la globalización del movimiento le da una fuerza impensable hace unos meses. Pero no es suficiente. Ahora hay que votar. En el norte de África, nuestros vecinos están peleando y muriendo para tener algo que sabemos que es imperfecto: democracia. Anhelan lo que nosotros empezamos a despreciar, la participación, votar, elegir y poder ser elegidos. La recuperación del prestigio de la política y de los políticos es una prioridad absoluta. Como lo es no hacer dejación de nuestro deber de participación,  exigencia de claridad y cumplimiento  de los compromisos adquiridos en los programas electorales. El tiempo de la protesta es cualquier momento. El de votar es ahora, porque lo importante “es la política, estúpido”.
    Francisco Zamora es empresario