Es injusto y necesario
Es nuestro deber y salvación, que como ciudadanos paguemos nuestros impuestos y retenciones y demos gracias cuando ingresan la declaración. Recién inaugurada la segunda recesión de esta crisis, se han redactado los austeros Presupuestos Generales de 2012, a dictado de la Unión Europa, que pretenden llegar a un utópico Déficit Público del 5,8%, dejando en segundo plano los estímulos necesarios para conseguir el crecimiento, y con ello el empleo.
Se prioriza lo urgente sobre lo importante, y el verdadero objetivo está en apagar el fuego del sistema financiero que nos quema. Entre las medidas más comentadas, está la amnistía fiscal ofrecida a las rentas que se afloren de la economía sumergida. Pero existen otras medidas que llaman la atención, como la intención de recaudar más dinero vía impuesto sobre sociedades eliminando las deducciones por Investigación y Desarrollo. No podemos olvidar que España se encuentra a la cola de la Unión Europea en inversión en I+D, y eliminar la deducción por este concepto no parece que sea una medida destinada al estímulo de las empresas, que necesitan en la innovación su tabla de salvamento. Los estímulos a las pymes quedan supeditados a la sequía de la austeridad y los gobiernos siguen inyectando liquidez en la banca, con la intención de que esta conceda más créditos, pero estas no cambian su modelo de gestión. “Si haces lo mismo, no puedes esperar que ocurra algo diferente”. Los bancos no prestan, unos porque no pueden y otros porque no quieren. La subasta de dinero público al 1% de la Unión Europea, la adquieren los bancos, y estos compran deuda pública de los países a un 400% más cara, y se quedan tan panchos. Con el objetivo de inyectar liquidez, la amnistía fiscal, permite un afloramiento voluntario de rentas no declaradas, que en proceso de confesión y mediante la tasa del diezmo, blanquean el capital que escapó al radar de la inspección. Lo pasado, pasado está, y lo mal hecho perdonado queda. Con un ahorro cercano al 50%, aflorarían parte de la cantidad de billetes de quinientos euros, que aunque nadie dice haberlos visto, parece ser que andan escondidos por nuestro país. Es una medida razonable, necesaria, pero injusta para los que sí han cumplido sus obligaciones. Además podría generar más propensión al fraude en un futuro. Todo vale por salvar al sistema bancario, y sin embargo este se niega a firmar un código de buenas prácticas para evitar desahucios, admitir la refinanciación de hipotecas, la dación en pago, o la carencia en capital e intereses. Algún día nos daremos cuenta que no es lo mismo austeridad que eficiencia, y que lo importante es evitar que se dañe el sistema productivo tras esta estación de penitencia. Rafael Peralta es economista