Eros en febrero

Febrero, breve y locuelo, que pasa impetuoso y frío mientras va haciendo hueco a las golondrinas, se detiene y declama un canto al amor. Ese amor de las mil formas, que va y viene bandoleandose como una milonga, con la desidia de una tarde de verano o el latir de un tango. Ese amor con el que te salen alas, te zarandea los sentidos o puede devorarte y dejarte desvalida en mitad del patio.

    18 feb 2013 / 10:50 H.

    O ese otro amor que sientes cuando estás enferma, el cómo te cuidan y se preocupan los tuyos, los gestos de ternura con los que te sorprenden. El amor en todas sus caras, eterno como un océano, o breve como la flor del azafrán. Todo el amor del cosmos. De entre las caras del amor, se entremezclan hechos y razones y en la mayoría de las situaciones ese amor no exige palabras. Se deja llevar por su intuición, por el culmen que significa ponerse en el lugar del otro, por conocer sus señales o sus silencios e interpretarlos. Dicen que el amor al igual que la filosofía, nació en Grecia, mientras los Dioses permitían al hombre buscar su ser. Así “Eros”, como deidad de límites entre lo humano y lo divino, dio sentido a la pasión, que nace y muere. Cada luz que trae el amor es un inicio, un estreno que ocupa un hueco y se abre o se oculta según la fuerza con que exista. Y cuando se va, hace crecer nuestra conciencia de la misma forma que antes nos expandió el alma (o el corazón, dicen) con su presencia. También febrero viene y se va, con el amor enaltecido y electo, entre las hojas del calendario.

    Poeta
    Rocío Biedma