Entrega generosa

Desde Jaén. Hace unos días vi en la televisión de Andalucía a unos padres indignados contra la Iglesia y las monjas de un convento, pues según su parecer las monjas estaban forzando a su hija de 18 años para que se fuera al convento de ellas. Es absurdo, a los 18 años la mayoría de los jóvenes son totalmente libres para elegir su futuro: irse a vivir con su pareja, estudiar o no abortar a los 16 años, aún en contra de la decisión de los padres, etcétera.

    24 ago 2012 / 08:19 H.

    Cuando los Reyes Magos llegaron a Belén, guiados por una estrella, se sintieron felices. Adoraron al Niño y le ofrecieron sus regalos, oro, incienso y mirra. Y es que Dios le indicó el camino, con su amor inmenso: se nos llama a una vocación especial, un sentido de la vida propio, personal; así se autorrealiza el hombre o la mujer: celibato por el Reino de los Cielos o vida matrimonial. Toda vocación cambia anteriores proyectos. Cuenta el beato Juan Pablo II su aceptación de la nueva llamada del Señor a su pontificado: “Solo acato la nueva llamada de Dios”. Con frecuencia ante el camino serio, firme, de la entrega auténtica, la reacción parece ser preocupación costosa, pero Dios llama a la persona para afirmarla en la fe: “no temas”. Esa vocación es un don de Dios. Cuántos padres dan gracias a Dios, son felices, si su hijo o hija han elegido entregar su vida a Dios hasta el fin de sus días. Estos padres están verdaderamente orgullosos de ese hijo o hija que han elegido un camino, aunque al principio estén verdaderamente desconcertados, pues posiblemente, en su interior, soñaban con otros planes. En otros casos hay tantos matrimonios que se realizan sin saber la grandeza que supone la promesa “hasta que la muerte nos separe”. Hay tantas bodas, no preparadas, para realizar este paso tan serio, tan importante como es entregarse con alma y vida. Hoy día es frecuente oír decir “hace unos meses que se casaron y ya se han separado”. Cuánto habrá que agradecer al Señor esa entrega generosa de los hijos que seriamente han elegido el matrimonio para que no olviden su compromiso, vuelvo a repetir: “Hasta que la muerte nos separe”. A veces la vida tiene momentos difíciles para seguir adelante, pero ¡qué maravilla!, llegar a seguir siempre cogidos de la mano venciendo las dificultades que se presenten. Celebrar los 25 años (bodas de plata), más aún, llegar a los 50 (bodas de oro) es un regalo de Dios creador que nunca abandona a los limpios de corazón. “El amor es sacrificio y el sacrificio goce” (San José María Escrivá).
    Paula Camacho Ansino