Entre vinilos y reivindicación

Se llama Juan Antonio Peinado, pero en Granada es Juan “Planta”, sin más. A la ciudad vecina se marchó muy joven, desde Villanueva de la Reina, su querido pueblo, a finales de los años 70, para estudiar Geografía e Historia. “Allí entré de lleno en todos los movimientos de la época”, recuerda ahora.

07 ago 2015 / 09:29 H.

Un compromiso social presente en cada uno de los pasos que dio en la ciudad de la Alhambra. Pero quizá, el que lo ha hecho escribir su nombre en la historia de esta ciudad, y hasta reescribir el suyo propio, fue la fundación de la sala Planta Baja en 1983. Desde su origen, “el Planta” fue un lugar de agitación y encuentro, un espacio de experimentación vital y cultural cuya fama trasciende generaciones y a la propia ciudad. Treinta años después, Juan “Planta” ha colaborado en la publicación de un libro que recoge la historia de una década, de 1983 a 1993, de la ciudad, de sus cambios, a través de la propia historia de la sala y el relato de sus “habitantes”.

Miguel Benlloch, Marino Martín y Juan Antonio Peinado fueron los fundadores de este espacio de libertad y creación. “Éramos militantes de izquierdas, pero sobre todo personas con la mente muy abierta y rompedoras, con muchas preocupaciones sociales. Teníamos contacto con colectivos de mujeres, organizaciones como SOS Racismo, de homosexuales y lesbianas y el Comité Ciudadano Antisida”, recuerda el jiennense. “Pero lo que hay que entender es el contexto en el que se abre el Planta Baja, fue la época de la transición, con la mayoría absoluta del PSOE, cuando las libertades empiezan a entrar en España pero los últimos coletazos del Franquismo estaban muy presentes”, relata. Y añade: “Teníamos una presión muy fuerte, con amenazas continuas”. Desde el primer momento no fue solo un bar o una sala de conciertos: “Los artistas allí tenían un lugar donde expresarse, allí actuaban los músicos que empezaban, allí nacieron organizaciones sociales”.

“Era un local de puertas adentro totalmente libre, donde si se querían besar dos hombres o dos mujeres podían, todo el mundo se podía expresar, sin molestar al resto. Era el garbanzo negro, o uno de mil colores, para el resto de Granada”, destaca. “Yo trabajaba detrás de la barra y se acercaba alguien a decirme que había dos mujeres besándose le respondía que sí, dos mujeres, dos hombres, un hombre y una mujer y que, si no le gustaba, tenía una puerta de dos metros diez y cuarenta locales más en Granada si no le interesaba”, añade Juan Planta, responsable de la música que sonaba en el local, con The Smiths, como una de sus señas de identidad.
Y Planta Baja, precisamente, forma parte indiscutible de la historia de la música independiente de las últimas décadas. Allí comenzaron algunas de las bandas más importantes que ha dado Granada. En 1993, en un jueves de mayo, el 27, “a las diez y media de la noche, cuatro jóvenes que hacía poco se llamaban Los Subterráneos estrenaban premio y nombre: Los Planetas, en ese momento formado por J, Florent, May y Paco llenaron el Planta de magia ante sus fans”, recuerda. Allí presentaron su primer disco y los siguientes, al igual que 091, Lagartija Nick y Niños Mutantes, entre muchos otros. “Por Planta Baja ha pasado todo el mundo de la cultura, artistas, poetas y músicos”, apostilla. “Pablo Pérez Mínguez, fotógrafo de la Movida, bajaba mucho a Granada e hizo una serie en el Planta Baja”, rememora.
Este libro, Planta Baja 1983-1993, que edita Ciengramos —“Un grupo de gente joven, altruista, reivindicativa, con una iniciativa y un espíritu como el que teníamos cuando nació el Planta Baja”, detalla— se presentó en mayo y la primera edición ya se ha agotado, por lo que se prepara la segunda. Además, en septiembre, adelanta, organizarán una exposición con fotografías y materiales sobre Planta Baja. Juan Antonio Peinado tiene un archivo inmenso de fotografías y materiales, en el que ha buscado para esta publicación, no sin dolor, tras 30 años, de encontrar que grandes amigos ya no están. En 1998, él volvió a Jaén y poco después a Villanueva de la Reina. Con este trabajo ha mirado hacia atrás, para recuperar esta época y esta historia, pero la nostalgia no habla por él. Y es claro: “Yo no echo nunca de menos nada. Aquella fue una época de mi vida y ahora estoy en otra, aquí, en mi pueblo, con muchísimos proyectos”. Y destaca uno que le ilusiona especialmente: una asociación de cuidadores de personas dependientes.