Entre renovarse y abdicar
Inmersos en un Plan Renove a la fuerza, la historia nos atropella. De reyes a villanos. El Rey abdicó y, en menos de lo que se rumia una república, Felipe VI es proclamado Rey. Sin alardes, sin gastos superfluos, “low cost”, de Zara. Al otro lado del Atlántico, la Roja ondea la bandera blanca. Rendidos. Malacostumbrados a glosar triunfos históricos, hay quienes están encantados de desempolvar las páginas más truculentas de nuestra historia balompédica. Se crecen en el castigo. Agoreros de barra, estaban agazapados para tirar al muñeco en cuanto perdiera el paso. Habrá que estudiar si Caín remanece de Hispania. La Armada Invencible hizo aguas desde el primer minuto, la confianza en el “statu quo”, en aquellas estupendas batallas ganadas, hizo que no se variara el rumbo ni se cambiara la tripulación. Pero, como aquella, deja un gran legado con conquista final: el imperio del estilo.

Renovarse o morir. Es lo que pensó Juan Carlos I. Con la Corona en sus horas más bajas y en un momento difuso de la política española, concitó para él todos los focos. Pasa a la reserva. Sus servicios a la patria estaban siendo eclipsados por cacerías y tropelías de un yerno de moral laxa. De la necesidad hizo abdicación para allanar el camino a un príncipe Felipe que, aunque no pensara en emigrar, pudo barajar si formaría parte de esa generación perdida, “virgen” laboralmente hablando. En este reino tan huérfano de héroes políticos hay quienes esperaban un discurso que descifrara la Piedra de Rosetta. No, fue predecible, como nuestro juego por el centro. Recurrente, como nuestro pase atrás. Pero la hoja de ruta la pone un Gobierno que no es precisamente la alegría de la huerta. El de Xabi Alonso fue más contundente al descifrar nuestros males. No creo que se tengan que heredar las farmacias, menos las Coronas, tampoco que el talento sea genético y he visto a hijos dilapidar las fortunas de sus padres..., lo cual no quiere decir que hoy España sea republicana. Quizá mañana.