En la red

Nunca pensé que lo bueno pudiera llegar a ser lo peor. En efecto: presionado por amistades que se empeñaban en mostrarme la bondad de no conformarme con sólo el correo electrónico, terminé por incluirme en grupos de whatsapp y abrirme una cuenta en facebook. Al instante llovieron tantos chaparrones y aguaceros sobre la atormentada pantalla de mi móvil que presentí mi ahogamiento, atrapado por una red cada vez más tupida y extensa. Cuando otra persona vino en mi ayuda, yo ya tenía tapones en mis oídos para protegerme  de tantos silbidos como piropeaban mi atención. No acabó ahí el acoso: al abrir el ordenador, un imprevisto torrente de amistad se me vino encima. Resulta que “les gusto” a personas que no conozco y que otras con las que, a lo sumo, solo despacho un entrecruzado saludo por la calle, se declaran tan afectivas que he empezado a preguntarme, con el poeta, qué tengo yo que mi amistad procuran. Cuando, por la edad y experiencia creía haberme hecho selectivo y reducido, resulta que caigo en la red porque solo así se puede estar hoy en el mundo. Qué lástima me doy.                  

    26 mar 2014 / 23:00 H.