En la espera de un nuevo Pontífice

Josefa Romo / Desde Valladolid. “Siempre he sabido que en aquella barca está el Señor y que la barca de la Iglesia no es mía..., que es suya y no la deja hundirse” (Benedicto XVI). Eso explica su serenidad admirable, y la nuestra en la espera del nuevo Pontífice, seguros, como el Papa emérito, de que es el Señor quien conduce a su Iglesia, “ciertamente también a través de hombres que ha elegido, porque así lo ha querido”.

    05 mar 2013 / 11:30 H.

    Dios no elige a nuestro modo, en su designio no están siempre los mejores, y muchas veces se sirve de los más humildes para las obras más grandes. Lo que le importa es la docilidad del alma. Este conocimiento aporta mucha paz y esperanza, y decimos con el Papa emérito: le “prometo reverencia y obediencia incondicionales”. Sí,  aun sin conocerlo. El Papa Benedicto fue también un Padre tierno: “He querido a todos y a cada uno, sin distinción, con aquella caridad pastoral que da el corazón de Pastor, sobre todo de Obispo de Roma, de Sucesor del apóstol Pedro”. Como digo a mis hijos, qué sabias estas palabras suyas: “He pedido a Dios con insistencia en la oración que me ilumine con su luz para hacerme tomar la decisión más justa”, y con cuánta dignidad se retira: “No vuelvo a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, recibimientos, conferencias, etcétera. No abandono la cruz, sino que quedo de modo nuevo ante el Señor crucificado”.