En Jaén, tronos y prominentes

A mediados de los 70, el único trono que salía a hombros de prominentes sin cobrar, era el de Nuestro Padre Jesús. Entre los años 50 y 60, esta imagen era portada por un solo turno, que paraba en la plaza de Santa María para desayunar, y volver a meterse para encerrar el trono en la iglesia de la Merced, de la que habían salido 8 horas antes. Después del desayuno se incorporaban algunos menos, por lo que encerrarlo era una odisea. El 6 de abril de 1977, un grupo de 32 jóvenes estudiantes, se atrevieron a meterse debajo del trono del Cristo de la Buena Muerte, con la única intención de que no se volviese a quedar tirado, como había ocurrido el año anterior a la altura de la tribuna de la carrera, ya que los que lo portaban pedían cada vez más dinero del que habían estipulado a la salida (trescientas pesetas y un paquete de tabaco rubio), y cuando no lo consiguieron, se salieron y se tuvo que encerrar el trono a hombros de cofrades y voluntarios. Estos jóvenes fueron los que prendieron en nuestra capital la mecha de esta tradición, convirtiéndose sin darse cuenta en los fundadores del “Cuerpo de Caballeros de la Buena Muerte”, incorporándose al año siguiente “los Estudiantes”, y posteriormente todas las demás cofradías, dándole a nuestra Semana Santa un nuevo realce. Los tronos en Jaén, se han llevado siempre cargados a doble varal. Jaén tiene unas juderías, un barrio antiguo, unas cuestas, unos rincones que son la envidia del que viene y las ve, y si nos ponemos a imitar costumbres de otros lugares, perdemos nuestras señas de identidad. Lo mismo se puede decir del paso Jaenero con el que vemos subir el cantón al “Abuelo”, eso nos llega y nos emociona sencillamente porque es nuestro, no busquéis otros motivos, es nuestra historia, y antes la ha sido de nuestro padres, de nuestros abuelos, y quisiera que mañana fuese de nuestro hijos y nuestros nietos. También, al cambiar la forma de cargar, hace que cambie el ritmo y cadencia que lleva el trono, por lo que paralelamente hay también que cambiar el paso, y a la vez la música que le acompaña, llevándonos a un efecto dominó, que nos puede dejar sin lo auténticamente nuestro.
Ignacio Ruiz es perito de autos

    16 abr 2014 / 22:00 H.