En el mes de mayo

Mayo, el mes en que se ofrecen las flores a nuestra Madre, la Virgen María, y en que hacen su primera comunión tantos niños.

    06 may 2015 / 10:39 H.

    Es un regalo para los sentidos asistir a estas celebraciones; constituyen la más tierna expresión de la pureza y la alegría, de unos niños, que van a tener a Jesús dentro de su alma, y es entrañable ver cómo cierran sus ojos y le piden, solo Él sabe qué cosas; cómo con sus manos unidas asisten muy atentos a esta celebración, que tantas veces recordarán. Decía la beata Teresa de Calcuta que los mejores profesores son los niños. !Y es cierto! ¡Cuánto se aprende de ellos, que son todo cariño, ilusión, sinceridad y espontaneidad! ¡Y cuánto han de aprender de nosotros, a partir de ese momento! Procuremos que no sea esta su primera y última comunión, hasta que contraigan matrimonio. Asistamos con ellos a misa, allí donde esta nos parezca más adecuada a su edad y sus deseos. No les apartemos de Dios. A partir de su primera comunión, los niños, que han empezado a dar sus primeros pasos hacia el conocimiento de Jesús, necesitan seguir formándose, hasta hacer de Él su auténtico amigo, aquel que nunca les fallará, y estará junto a ellos, a lo largo de sus vidas. Deben leer la Biblia, adaptada a ellos, y deberían tener algo que se echa de menos en muchas casas: una imagen digna de Cristo y de la Virgen María. “Una imagen vale más que mil palabras”, y ellos las mirarán y les pedirán ayuda cuando la necesiten, rezarán ante ellas, antes de ir a la cama, e, incluso, las besarán. Será como una estrella que iluminará su camino.

    A medida que crezcan, los padres hemos de inculcarles unos recios principios y unos valores, en desuso, pero tan importantes para que ellos sean auténticos cristianos. Si no van a tener en su familia una continuidad de lo aprendido en la catequesis, y ya experimentado en su primera comunión, ¿para qué les llevamos a recibir a Cristo? ¿No estaremos actuando con dos medidas? Una para Dios, por si acaso, ¿y la otra, para qué o para quién? Dios no quiere medias tintas: “O estáis conmigo o estáis contra mí”. Seamos consecuentes con aquello que hacemos con nuestros hijos. No podemos ni debemos arriesgar sus creencias. Estoy segura de que si somos conscientes de ello  y actuamos en consecuencia, en su edad adulta, serán personas de bien, con los pies en el suelo y la mirada fija en donde habita Dios, “camino, verdad y vida”.