En el ángulo muerto
Detesto la autocompasión porque es un vicio en el que se cae con cierta facilidad, genera adicción y contamina el entorno, desconfío de los poetas llorones y de las voces tóxicas de los pregoneros del fatalismo, porque casi siempre obedecen a causas y carencias egocéntricas o responden a intereses solapados. En todo caso, y a ser posible, hay que llorar con cierta alegría.
En esta compleja encrucijada me encuentro, entre ponerle cascabeles a las penas o colgarle un cencerro de cabestro a la sombra que me acompaña. Estoy, como pienso que están muchos prójimos: en el ángulo muerto, al que define el diccionario de la RAE en su primera acepción como aquel que no tiene defensa ni está flanqueado. En estos últimos meses he digerido tanta información nociva, que tengo tal infección por todas las vías y agujeros que me supura hasta el DNI. A mi ángel de la guarda le han hecho un contrato a tiempo parcial y empiezo a estar desangelado, me estoy otoñando de tal manera que se me ha caído hasta la hoja de parra que me cubría los atributos, ahora solo me quedan los tributos, me han roto los cuentos, porque se ha demostrado científicamente que Alí Babá contaba en su cuadrilla con más de 40 ladrones, ¡muchísimos más! , es decir, lo que es una “babaridad” de mangantes, y casi todos ellos de buena familia y con estudios acreditados. Lo siento, tenía que desahogarme, y como terapia me he impuesto bajar este año a la feria y sacarme un abono para el tranvía de la bruja.
Juan del Carmen Expósito Funcionario