En 2013, Jaén crece
Este sería el titular de prensa que nos gustaría leer a final del año que empezamos. Atrás queda un ejercicio 2012 en rojo, tal y como profetizaban los peores augurios, con cifras récord de desempleo, con la pérdida de capacidad económica más acentuada desde que empezara la crisis hace seis años, y que ha supuesto el punto y final a muchos sueños de grandeza. Sin embargo, pinta igual de colorado este ejercicio que iniciamos, al que al efecto inercia de 2012, se le añade una paupérrima cosecha de olivar, que termina antes de que empiece y que ha dejado las cartillas de peonadas en blanco.
Parece difícil transformar el rojo por el verde, más aún cuando la capacidad de recuperación que pudiera venir de la mano de inversiones empresariales en nuestra provincia, ni están, ni se les esperan. Hace unos años, una ardilla podría atravesar la provincia, desde Despeñaperros, hasta Alcalá la Real, pasando por Linares, Bailén, Úbeda, Mengibar, Jaén, Mancha Real, o Alcaudete, saltando de tejado en tejado de empresas que generaban empleo y leña para muchos hogares. Hoy, la ardilla, apenas puede saltar de olivo agotado a ayuntamiento endeudado, dejando un territorio empresarial desértico y la amenaza de quemar los pocos palos del estado de bienestar, que quedan en las leñeras. Surge un periodo de incertidumbre, en el que todo ha cambiado, y en el que apenas cuatro puntos de pérdida de producto interior bruto, dejan a la mitad de la población sumida en un paro estructural. El desanimo se apodera de los ciudadanos y muchos culpan a gobernantes, más apolíticos que políticos, de la situación que vivimos. Estos a su vez, echan la culpa al otro, y mientras, una Europa a la alemana, apunta con su estoque el hoyo de las agujas de un estado de bienestar a crédito. Para este año nuevo, no puedo más que desear que el desánimo no invada nuestros hogares, que dejemos de preguntarnos “quién se ha llevado mi queso”, que nos olvidemos del hablar por hablar, que dejemos de mirar la menguada llama que apenas calientan las manos de cuerpos con espaldas heladas, que no nos conformemos, y aunque todo parezca que va a peor, nunca nos rindamos. A nuestros gobernantes les pido menos políticas de lucimiento y más políticas de crecimiento orientadas a regenerar ese bosque de empresas, que propician sombra en verano y leña en invierno, que apuesten por mantener una eficiente gestión de lo público, y que lideren la guerra contra el paro. Por un lado, hay que propiciar el necesario apoyo a los que más sufren y a los que el pelotazo les ha golpeado en todo el rostro, y por otro procurar atraer inversión empresarial. Gobernantes y gobernados, debemos apostar por el desarrollo social y económico de ese territorio, que tiembla, porque necesita crecer.
Rafael Peralta
Economista