Empeño por desentrañar la sabiduría del pueblo
Diana Sánchez Perabá
Si alguna vez vas por Jódar no equivoques el camino. Que es lo mejor de Jaén. Sus mujeres. Sus olivos. Una rubia molinera de tanto moler el trigo, con el polvo de la harina se está poniendo morena. Una rubia molinera. Tres Marías van a por agua y ninguna lleva soga, con las trenzas de su pelo sacan agua de la noria. Tres Marías van a por agua”. Es la letra del fandango galduriense que se cantaba y bailaba en la romería de San Cristóbal (25 de julio) y que recuperó del cancionero popular el grupo Andaraje en su primera grabación.

Si alguna vez vas por Jódar no equivoques el camino. Que es lo mejor de Jaén. Sus mujeres. Sus olivos. Una rubia molinera de tanto moler el trigo, con el polvo de la harina se está poniendo morena. Una rubia molinera. Tres Marías van a por agua y ninguna lleva soga, con las trenzas de su pelo sacan agua de la noria. Tres Marías van a por agua”. Es la letra del fandango galduriense que se cantaba y bailaba en la romería de San Cristóbal (25 de julio) y que recuperó del cancionero popular el grupo Andaraje en su primera grabación.
Un conjunto formado por jóvenes que tenían sed de conocimiento. Amaban su tierra y la cultura y descubrieron que, en la tradición oral encauzada por la música, se encontraba parte del pilar de su existencia, de sus raíces. Su ciudad, Jódar, ubicada en el corazón de la siempre sorprendente Sierra Mágina, era un baúl lleno de historia, pero enterrado entre la hoja perenne de una dictadura que escondió e, incluso, ridiculizó la cultura del pueblo, enriquecida por su sabiduría. Es decir, aquello que, después, los amantes de la transfusión de términos acabarían llamando “folclore”.
Criado en el barrio popular de Jódar, Andaraje, este grupo de compañeros tuvo el primer toque de campana —el que les hizo tilín para adentrarlos en el mundo de la música— en sus participaciones dentro de los coros parroquiales. “Nuestros orígenes se remontan a la música espiritual”, recuerda José Nieto, uno de los miembros fundadores del colectivo, junto con Jesús Barroso, que, por entonces, se hicieron llamar Nuestro Nombre. “Era la excusa perfecta para hacer música a tres, como se conocía en el año 1973. Ahí se encontraba la música folki, la canción de autor, la canción protesta. Una música alternativa a la comercial”. Unos comienzos que estuvieron marcados por la interpretación de versiones de otros grupos influidos por el gospel y las músicas espirituales, como Aguaviva, conjunto en el que descubrieron un espejo para reflejar su dirección. En esos primeros pasos también versionaban piezas del cancionero, en su estilo más puro. Sin arreglos.
Con el paso del tiempo, y paralelamente a grupos andaluces como el Jarcha —que se hizo conocer entre los españoles al mismo ritmo que los protagonistas de la “nova cançó” catalana en los convulsos años de la transición—, el conjunto Andaraje marcaba el camino hacia la investigación antropológica desde sus orígenes, desde sus huellas orales. “En la dictadura se le dio una carga ideológica a las manifestaciones populares. Se uniformaron. Y, en vez de ser una fiesta en la que se transmitía alegría, parecía un ejército de soldados desfilando. Por eso entendimos que la principal labor de Andaraje era la investigación. Había mucho hecho en los siglos XVIII y XIX hasta la República, gracias a los estudios de colectivos como la misma Institución Libre de Enseñanza, pero aún quedaba por hacer”. En definitiva, pretendían recuperar el sentido más profano de esta cultura, además de la más iconoclasta, que el Régimen sí se encargó de proteger. “Se eliminó todo lo que no era políticamente correcto, como lo relacionado con la libertad de expresión o los temas relacionados con la picaresca o el erotismo”. Por eso, los jóvenes galdurienses emprendieron una labor de estudio, rescate y dignificación tanto de la persona que transmite la cultura como del contenido. “Aún quedan resabios de infravaloración de lo folclórico”, afirma Nieto, quien pone de ejemplo el fandango. Para ello, desde el principio, se lanzaron a la tarea que supone el trabajo de campo, por lo que recorrieron miles de kilómetros por Andalucía empeñado en la recopilación del cancionero tradicional. En su repertorio, Andaraje ofrece concierto de diferentes naturalezas, de forma que, bien de manera antológica o monográfica, tratan los textos y respetan las líneas melódicas originales, pero procurando siempre guardar un equilibrio con la posterior elaboración musical, sobria y refinada. Entre las piezas que dan a conocer en sus conciertos los integrantes del grupo dan vida a las canciones de ritual, el Romancero, la religiosa popular, la tradición picaresca o la música judeo-española.
Más allá de fomentar una forma artística con un componente divertido y agradable, el integrante de Andaraje destaca la convicción ideológica que hay en esa tarea de recuperación de la cultura tradicional. Así, junto con una amplia discografía y más de seiscientos concierto, en España, el grupo participó en algunos proyectos educativos, como el de Programa “Juan de Mairena” de la Consejería de Educación de la Junta, que llevó estos conocimientos a las aulas, focos de conocimiento y aprendizaje, para continuar con esa labor de difusión. Además, sus miembros participaron en iniciativas como las I Jornadas Nacionales de Estudio sobre el Folklore y las I Jornadas de Estudio de la Cultura Tradicional Popular.En cuanto al área geográfica de investigación, Andaraje se centró, en un principio, en un estudio de España. Sin embargo, se vieron obligados a acotar el ámbito, para centrarse en Andalucía oriental. Una reducción que no fue suficiente, por lo que concentraron sus estudios en Jaén y, posteriormente, en Sierra Mágina. “Entendimos que, para centrarnos en un trabajo serio de investigación que aportara elementos originales, había que acotar”, dice. Durante este tiempo de estudio, Nieto destaca una primera impresión marcada por un haz de esperanza: “Siempre se dice que hay una crisis de la cultura tradicional y que está en peligro de extinción, pero, al final, siempre queda una persistencia de ese material. Es cierto que hay un riesgo de la aculturalización por la globalización, que es poco selectiva y crítica”. Y es que, si se repasan los testimonios que dejaron los investigadores prerrománticos del siglo XVIII, así como otras corrientes que se interesaron por recuperar esta cultura en el XIX, siempre predomina este temor. “A lo mejor lo que nos falta es la perspectiva para comprender que los mecanismos profundos que hacen que la creación cultural popular se mantenga y se transmita, no se comprendan”. Un campo que queda abierto para descubrir estos mecanismos, que, según Nieto, son la clave para conocer las respuestas del hombre a la vida cotidiana. Por eso, por su entrega y dedicación en pos del desentierro de la cultura del pueblo, su dignificación y su difusión durante cuatro décadas, Andaraje recibe el Premio Jiennense del Año en la modalidad de Cultura.