Elogio de la lentitud

Hace ya casi una década que Carl Honoré con su best seller, “Elogio de la lentitud”, traducido a más de veinticinco idiomas, cuestionó el culto a la velocidad invitándonos a replantearnos nuestra relación con el tiempo y recordándonos que es posible y recomendable vivir con más sosiego. Vivimos obsesionados con ahorrar tiempo. Tenemos la sensación de que no llegamos a nada, de que le faltan horas al día. Cogemos el ascensor y el coche para ir al gimnasio. Sobrepasamos los límites de velocidad sin ninguna necesidad. Las casillas “enviar” y “me gusta” del correo electrónico y las redes sociales, cada vez ocupan más nuestro tiempo. En nuestra sociedad se impone con más frecuencia la “mente-zapping”. A veces, actuamos sin reflexionar. Pasamos de unas ideas a otras rápidamente. Somos capaces de escuchar música, ver la televisión, leer, poner un mensaje y hablar por teléfono, todo al mismo tiempo. No profundizamos en casi nada, todo es superficial. Quizá tengamos que hacer menos cosas y hacerlas mejor. Pasar más tiempo con los amigos y la familia, no cuesta nada, como tampoco caminar, cocinar, meditar, escuchar música, realizar tareas de jardinería o leer. Quizá debamos disfrutar y dedicar más tiempo a nuestros contactos reales, a las personas que tenemos a nuestro alrededor, que a esos centenares de amigos virtuales de las redes sociales. Una de las cosas más hermosas de la vida es compartir y disfrutar de una buena comida, con su correspondiente tertulia, con amigos y familiares; y mucho mejor, si se cocina entre todos. Todo muy lejos del “comer y salir corriendo” de algunas sociedades desarrolladas. Cualquier placer que imaginemos o experimentemos es más satisfactorio si le concedemos el tiempo necesario, si lo tomamos a pequeños sorbos. No se trata de hacerlo todo más lento, sino de encontrar la velocidad adecuada y el equilibrio. De cualquier forma, siempre será interesante tener en cuenta la reflexión de John Lennon: “La vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”. Disfrutemos, pues, de las cosas sencillas, pero maravillosas, que nos ofrece el día a día.


Juan Infante es maestro

    07 ago 2013 / 11:08 H.