El vómito de los romanos
José María Morillas Mediano/Desde Mancha Real. Cualquier lector de este gran periódico que haya leído alguna de las obras de Carlos Marx (C.M.), sabrá que el título de esta carta está entresacado del capítulo del Capital en el que este autor analiza las crisis económicas.
Conocí a C.M. hace unos treinta años, en la Escuela de Magisterio de Jaén, me lo presentaron tres personas, uno Francisco Zaragoza López, mi profesor, otras María Dolores y Ramón, mi familia. Me dejaron un libro de obligada lectura que se titula “Conceptos Elementales del Materialismo Histórico” de Marta Harnecker, es una socióloga chilena. C.M. escribe en su extensa obra que las crisis económicas siempre están vinculadas al modelo de producción capitalista. Analiza la economía de mercado (producción, distribución y consumo). En el Manifiesto Comunista plantea que en toda la historia de la humanidad hubo cuatro modos de producción: el de esclavitud, el feudal de servidumbre, el capitalista cuyas relaciones sociales son de explotación del hombre por el hombre. Y el asiático. Llega a la conclusión que la lucha de clases es el motor de la historia. Richard Cantillón (1755), los fisiócratas y Adam Smith (1766) daban por descontado que el mercado libre, sin ataduras del Estado, acopla la producción a la demanda, y que el Estado no tiene que intervenir en el mercado, que éste se regula por sí solo, y que si se producen crisis económicas eran debidas a las malas cosechas, epidemias, huelgas, terremotos, catástrofes naturales, inflación debida a la subida incontrolada de los salarios… ideas liberales que fueron desmontadas en su totalidad por C.M. Este autor nos viene a decir que las causas últimas de las crisis económicas es la superproducción de mercancías, fabricadas con materias primas que los estados burgueses las rapiñan de los países subdesarrollados (guerras de rapiña) a la que suele preceder un periodo de especulación, que aporta a una clase social determinada una prosperidad temporal, y esto impulsa al mercado a producir mas y mas hasta que llega el momento en que esa clase ya no puede consumir los objetos que hay en el mercado. Dice C.M. que las crisis estallan, primero, en la economía financiera especulativa para invadir después el terreno de la economía productiva (lo mismo que nos está pasado ahora) hasta colapsar toda la economía durante un periodo de tiempo que puede duran varios años. Hay individuos, distribuidores, que se aprovechan de esa superproducción y se dedican a acumular objetos para venderlos después a precios muy altos, es la lógica del sistema, mientras que las clase obrera carece de lo más elemental para alimentar a su familia (la prole). Los que fabrican los objetos, la mano de obra, suelen recibir a cambio de su trabajo salarios muy bajos, para que no suba la inflación, según ellos. La diferencia entre un salario justo y lo que recibe el obrero del patrón es lo que C.M. llama la plusvalía. Los bajos salarios junto a la superproducción de mercancías, que los altos beneficios impulsan, llevan a que los objetos fabricados tengan que venderse por debajo del coste de producción y que se corresponde con un consumo muy por debajo de la capacidad productiva de esa sociedad. Cuando llega esta fase de superproducción el capitalismo opta por la autodestrucción (las dos grandes crisis económicas se saldaron con des guerras mundiales) para empezar el ciclo de nuevo que C.M. los compara con el vómito de los romanos, hacer sitio en el estómago para continuar comiendo, destruir para volver a construir. El liberalismo necesita autodestruirse para empezar de nuevo, producción, explotación, ganar plusvalías, superproducción, crisis y destrucción; este es el ciclo infernal del liberalismo. Al llegar al último estadio, C.M. habla de las contradicciones internas del sistema que tarde o temprano conducirán a una sociedad sin clases. Pero estas contradicciones deberán ser puestas en cuestión por la protesta de la clase obrera, del proletariado, a través de su conciencia, la conciencia de clase. La vigencia del discurso de C.M. en esta situación de crisis sistémica es sorprendente, ¿Qué hacer en este momento? Debemos desterrar soluciones individualistas, solitarias, de miedo, insolidarias, melancólicas, depresivas… en esta crisis, que se enquista con el rescate de los fondos europeos a la banca infestada de activos tóxicos, saldremos con soluciones colectivas, de lucha, valientes, en la calle, con el compromiso de todos y todas de no perder ni un ápice de los logros sociales (educación, sanidad y pensiones) que tanto esfuerzo nos costaron conseguir, confiemos en el futuro que es nuestro, que nos pertenece y que nuestros hijos e hijas se sientan orgullosos/as de nosotros.