El valor de nuestra sonrisa

Sería muy deseable que ésta fuera nuestra actitud ante los difíciles momentos por los que atraviesa nuestro mundo, y nuestra propia existencia: Saludo al regalo de un nuevo día con una sonrisa, y con la misma sonrisa acojo cada adversidad que éste pueda traerme: Enfermedad, accidente, discordias familiares, dificultades económicas, los problemas propios y los ajenos, etcétera.

    10 oct 2014 / 10:21 H.

    Como hemos oído más de una vez, “si la vida me ofrece limones, hago una limonada”, pero con una buena dosis de azúcar. Es muy cierto que estamos de paso, pero no permitamos que sea un paso sin sentido, sin fe ni esperanza en la meta. Imagino lo duro que debe ser vivir en la indigencia, o en la más absoluta soledad, en una enfermedad terminal, en la muerte de los seres queridos, etc. Pero entonces, cuando parece que nos faltan las fuerzas, no dejemos de sonreír, y esperemos; la vida es una constante espera. Procuremos que sea la paz la que nos acompañe en ella. Hagamos aquello que hemos de hacer, sin esperar nada a cambio, y con la compañía de nuestra sonrisa. Cuando el dolor oprima nuestro corazón, salgamos a la calle o asomémonos a la ventana, miremos al cielo y oremos durante un rato, respiremos profundamente y conversemos con los que nos rodean, ofreciéndoles nuestra sonrisa. Que la sonrisa sea siempre nuestra aliada, porque el mundo la necesita. El amor a los demás, en especial, a los necesitados, nuestro afán constante. Y que la fe y la esperanza en Dios, nuestro destino, sean la luz y la fuerza que nos guíen en nuestro caminar”.