El trabajo como compromiso social
Ante todo, deja claro que ella es de Agrupación de Mogón, una pedanía de Villacarrillo y, aunque vive en la capital desde 1995, —desde que comenzó su carrera de Relaciones Laborales en la Universidad— su vinculación es tal que pasa allí todos los fines de semana.

“No me despego”. Este año cumplirá cuatro en Cáritas Diocesana, en el departamento de Contabilidad, un empleo al que llegó desde una constructora y, aunque allí estaba contenta, cambiaron sus prioridades vitales y decidió marcharse “con los ojos cerrados”. La culpa la tuvo su hija María, la mayor, que le hizo ver la necesidad de conjugar mejor la vida laboral con la familiar. A ello se une la “diferente sensibilidad” que encuentra en esta institución, una filosofía que intenta trasladar a su familia y a su entorno. Por sus manos pasan a diario verdaderos dramas humanos, personas en situaciones muy duras, que llegan a Cáritas cuando ya han agotado todos los recursos, e intenta trasladar a los suyos la importancia de valorar lo que se tiene. “Aquí he abierto mucho los ojos”. Entró como voluntaria, conjugándolo con su media jornada en la constructora y por una jubilación tuvo la oportunidad de quedarse, aunque al principio solo cobraba 400 euros. Y, cada día que pasa, se alegra más de la decisión. “Tengo que dar gracias a Dios. No hay más satisfacción que hacer lo que te gusta en un sitio que te gusta”. Recuerda su primer empleo, en una inmobiliaria, que en principio compaginaba con una beca en la Cámara de Comercio. En esa época seguía estudiando y logró terminar la licenciatura en Ciencias del Trabajo.
En la inmobiliaria conoció a su marido, Jaime, y después de casarse, en 2006, fue cuando cambió a la constructora. Dos experiencias laborales en las que aprendió, pero muy diferentes a lo que ahora hace. “Esto no es un trabajo burocrático, se trabaja sin el reloj en la mano, no te duele echar horas porque sabes que es por los demás. Lo que haces repercute en una familia que lo necesita”. Testigo en primera persona de la dureza de la crisis, intenta agilizar los trámites para solucionar los apuros siempre que está en su mano. “La verdad es que me identifico mucho con mi trabajo”. Pone en valor el trabajo desinteresado de los voluntarios. “Es increíble, constante, la gente se ofrece para todo. Diría que el voluntariado es el setenta por ciento de la organización de Cáritas Diocesana”.
Cuando desconecta viaja a la Agrupación de Mogón con su marido y sus dos hijas. “Mi vida laboral está en Jaén, pero mi vida social, allí”, confiesa. Su marido es el presidente de la asociación de vecinos de la pedanía y organizan numerosas actividades; están empeñados en dinamizar la vida de sus habitantes, alrededor de un centenar de vecinos, aunque en verano se multiplica la cifra. “No vamos a permitir que muera”, señala, rotunda.