El Torredelcampo consuma la rebelión del fútbol modesto
U na gesta del fútbol modesto. El Torredelcampo, club recién descendido a Tercera Andaluza, alzó al cielo de Castillo de Locubín el trofeo de campeón de la Copa del Subdelegado. Lo hizo con una histórica remontada ante el Ciudad de Torredonjimeno, de Primera Andaluza y gran favorito al título, al que doblegó en los penaltis tras una final de vértigo resuelta con empate a tres al término del tiempo reglamentario.
Los dos equipos se dejaron el alma sobre el césped del remozado Estadio El Pedregal. Pese al sofocante calor, ambos protagonizaron una primera parte exuberante, con un intercambio de golpes y cuatro tantos, dos en cada área. Pegó primero el Ciudad de Torredonjimeno. Manu Garrido aprovechó una indecisión de la zaga rival para dibujar el 1-0 en el minuto cinco. El gol, tan madrugador, se percibió como señal de que los tosirianos quería eliminar cualquier atisbo de sorpresa, pero no fue sino el toque de corneta para el Torredelcampo. El equipo de Joaquín Pérez encajó el golpe con la entereza de un campeón. Apenas tardó en levantarse. Siete minutos después, Finidi conectó una volea deliciosa y el balón se incrustó en la red. Con la igualdad de vuelta, los dos contendientes se concedieron una ligera tregua, dinamitada al filo de la media hora con el gol de Relojero de penalti para el Torredelcampo. La revelación había hecho lo más difícil, reponerse del golpe y voltear el marcador, pero le restaba otra compleja tarea para la epopeya: conservar el botín. Quedaba un mundo y con jugadores enfrente como Carlos Ortega, la eternidad. El delantero, tocado por las musas en esta competición, alargó su idilio con el gol y empató a dos antes del descanso con un remate de cabeza soberbio.
Fue el Ciudad de Torredonjimeno el que retomó la tarea con más precisión, otra vez con Carlos Ortega de brazo ejecutor. En esta ocasión, el ariete cazó un rechace dentro del área y devolvió la ventaja al conjunto de Diego Caro. Pero ni así aceptó la rendición el Torredelcampo, inasequible al desaliento. Amagó con ondear la bandera blanca, pero Manu Garrido perdonó el cuarto gol tosiriano. Acto seguido, Dani Carrasco, que había ingresado en el campo por Relojero, estableció el definitivo empate a tres que condenó el partido a la ruleta rusa de los penaltis. Fue entonces cuando emergió la última bala del Torredelcampo, el meta Pedro, que detuvo una pena máxima al Torredonjimeno, suficiente para consumar la rebelión.
Los dos equipos se dejaron el alma sobre el césped del remozado Estadio El Pedregal. Pese al sofocante calor, ambos protagonizaron una primera parte exuberante, con un intercambio de golpes y cuatro tantos, dos en cada área. Pegó primero el Ciudad de Torredonjimeno. Manu Garrido aprovechó una indecisión de la zaga rival para dibujar el 1-0 en el minuto cinco. El gol, tan madrugador, se percibió como señal de que los tosirianos quería eliminar cualquier atisbo de sorpresa, pero no fue sino el toque de corneta para el Torredelcampo. El equipo de Joaquín Pérez encajó el golpe con la entereza de un campeón. Apenas tardó en levantarse. Siete minutos después, Finidi conectó una volea deliciosa y el balón se incrustó en la red. Con la igualdad de vuelta, los dos contendientes se concedieron una ligera tregua, dinamitada al filo de la media hora con el gol de Relojero de penalti para el Torredelcampo. La revelación había hecho lo más difícil, reponerse del golpe y voltear el marcador, pero le restaba otra compleja tarea para la epopeya: conservar el botín. Quedaba un mundo y con jugadores enfrente como Carlos Ortega, la eternidad. El delantero, tocado por las musas en esta competición, alargó su idilio con el gol y empató a dos antes del descanso con un remate de cabeza soberbio.
Fue el Ciudad de Torredonjimeno el que retomó la tarea con más precisión, otra vez con Carlos Ortega de brazo ejecutor. En esta ocasión, el ariete cazó un rechace dentro del área y devolvió la ventaja al conjunto de Diego Caro. Pero ni así aceptó la rendición el Torredelcampo, inasequible al desaliento. Amagó con ondear la bandera blanca, pero Manu Garrido perdonó el cuarto gol tosiriano. Acto seguido, Dani Carrasco, que había ingresado en el campo por Relojero, estableció el definitivo empate a tres que condenó el partido a la ruleta rusa de los penaltis. Fue entonces cuando emergió la última bala del Torredelcampo, el meta Pedro, que detuvo una pena máxima al Torredonjimeno, suficiente para consumar la rebelión.
