El tito Nieto

No soy su sobrina carnal ni política, pero como si lo fuera; que para eso elegir amigos sale sin hipoteca. No lo veo a menudo, pero siempre le tengo presente; una suerte perseguida. Nunca me dio clases, pero es maestro consumado conmigo en esto de la vida; un lujo hallado. 

    24 sep 2010 / 15:27 H.

    Él me conoce bien, pese a mis aposturas intermitentes, no niego ni reniego de mis raíces; es más, las riego cada día, y del árbol común de la gente que suma amistad en Jaén, de la que Manolo Nieto Jiménez es superlativo exponente, busco permanentemente savia llena de vitaminas y paciencia con la que enfrentarme a esta noble y complicada tarea, la de digerir Jaén desde una epistolar silla imaginaria que, cuando menos, pincha que achicharra por mor de los impresentables que aun sin haber ido nunca aparentan estar de vuelta de todo, que diría “El Nieto”.

    Ahora que sus amigas y sus amigos hacemos parada y fonda para rendirle en forma de libro un cálido y bienvenido homenaje literario al tito Nieto vuelvo a la escritura pública después de tantos meses de ausencia periodística y resalto especialmente su lado humano porque cuando alguna de nosotras (y de nosotros, igual da mientras no seamos comunes y simples miembros y miembras) se quedó sin resuello en esto de la vida, él, raudo, comprensivo y siempre dispuesto a la charla amigable y profunda, nos acogió, inmenso, con sorna jaenera tirando a malafollaílla granaína (es broma), aderezada, eso sí, de corazón a espuertas. De lo que está sobrado, como todos sabéis.

    De la prosa poética inconmensurable de Manolo Nieto queda dicho todo en el libro que tienen en sus manos, así las cosas, permítanme, amigas y amigos, que acabe en plural mayestático con estas cuatro letras, que en el fondo y en la forma son un ruego perpetuo: Tito Manolo, no nos pierdas de vista a los que siempre soñamos hacernos mayores con tu cercanía; nunca alcanzaremos tu sapiencia ni tu cultura ni tu pedestal de humanidad, reservado sólo a los grandes de Jaén, a los monumentos anónimos de la vida, como tú, pero sí diremos con orgullo, en este caso orgullo de escritora siempre en ciernes de locura que nunca dejó de leerte, aún en tus ausencias: ¡¡¡Ése es mi tito Manolo!!! 

    Capi Aceytuno