El techo seguro y provisional de los “buscadores de tajo”

Saidois Compaore tiene 25 años. Llegó a España hace cinco, después de un periplo por el occidente africano que comenzó en su ciudad natal: Saponé (Burkina Faso). Al igual que su primo Assai Savadogo (37 años), Saidois dejó todo atrás condicionado por la miseria. “Allí no hay trabajo”, cuenta, si no es asociado al cultivo del “oro blanco” que es el algodón. Solo pobreza. Y, para quien sueña con un futuro mejor, únicamente cabe una salida: la emigración. Obviando los riesgos y salvando temores, optó por ella. Ayer, su primo y él eran dos de los más de 70 temporeros que esperaban, a las puertas del Centro de Transeúntes, para poder comer caliente.

17 nov 2015 / 10:47 H.


Cuando entran a las instalaciones y descubren a su responsable, Cati Lancho, explicando a la periodista los detalles de un dispositivo que se inauguró ayer para esta campaña de aceituna, se les ilumina la cara. Vienen de trabajar en la campaña de la fresa en Huelva. “De mi tierra. De Rociana del Condado”, concreta Lancho. La fresa se les dio “bien”. “Están muy formados”, recalca, afectuosa, la responsable del centro. Tienen certificados como aplicadores de productos fitosanitarios; controlan un idioma que han aprendido a base de cursos y de esfuerzo, y destacan que también disponen de carné de conducir, aunque su uso esté limitado por la gasolina y por unos recursos con los que cuentan solo si hay tajo. Y eso es lo que persiguen en Jaén. Una provincia en la que recalan “por primera vez” y en la que “la mayoría” de los temporeros llega “a la aventura”, explica Lancho, que, preguntada acerca de qué es “lo más difícil” del trabajo en el Centro de Transeúntes, no duda: “Las criaturas vienen con la ilusión de encontrar un trabajo y son los menos los que llegan con contrato. El año pasado, muchos tuvieron que volver a sus lugares de origen porque no había nada”. Tampoco ofrece muchas oportunidades del término de la capital. Y así se lo hace saber a Saidois y a Assai.
Aunque es punto de llegada, “hay que ir a pueblos con más olivos, como Villatorres, Úbeda, Villanueva del Arzobispo”, les aconseja una profesional que está al frente de un equipo de 11 trabajadores que, cuando llega la temporada de la aceituna, se refuerza con 10 más para dar cobertura a los cientos de “buscadores de tajo” que arriban a Jaén. El año pasado, según los datos facilitados por la Concejalía de Asuntos Sociales, fueron más de 1.200 personas las que pasaron por unas instalaciones para 200 personas que, alrededor de las ocho de la tarde y tras un día de absoluta tranquilidad, ya estaba a la mitad y aún se esperaba que la cifra se incrementara en una horquilla de entre 10 y 12. Durante tres noches, si no tienen la fortuna de encontrar un tajo antes, será el techo y la garantía de un plato caliente de Saidois y Assai.

¿Cómo se sufraga el dispositivo?
Porque, “de momento este año”, el Ayuntamiento no cuenta con la “colaboración” financiera de la Junta de Andalucía en el dispositivo de atención a los temporeros, la edil de Asuntos Sociales, Reyes Chamorro, apeló, ayer, en un comunicado, a la complicidad de Cruz Roja y Cáritas. El coste de este recurso, que, en la campaña pasada, dio cobertura a más de un millar de personas, “supera los 110.000 euros de presupuesto”. “Normalmente —expuso Chamorro en la misma nota—, este dispositivo cuenta con la financiación por parte de la Junta de Andalucía de unos 72.000 euros [...] que ahora vamos a tener que afrontar en solitario”. De ahí, el llamamiento a las dos organizaciones humanitarias, porque —apuntó la edil—: “El tiempo que funcione estará condicionado a si recibimos o no ayuda”. “De todos modos  —recordó—, en Jaén capital hemos sido siempre los primeros en abrir y de los últimos en cerrar”.

“Miedo” a que se les confunda
Refuerzo. “Con tantos atentados, ¡a ver si van a pensar que nosotros también somos [terroristas]!”. Esta fue una de las frases que, ayer, tuvo que encajar la responsable del albergue de temporeros, Cati Lancho. Fueron dos o tres temporeros y los comentarios no eran baladíes. A las nueve de la mañana, no faltaban periodistas que aguardaban para captar el momento en el que se abrieran las puertas del albergue y si, por norma, los temporeros son muy celosos de su intimidad, ahora, “la situación es sensible” y el “temor a que se les confunda” —indicó a este periódico Lancho—, latente, tras los ataques de París que, este fin de semana, conmocionaban al mundo.