El Supremo eleva la condena al asesino de la hija de Juana Vacas
El Tribunal Supremo ha elevado de veinte a veintidós años y medio la condena impuesta a Fermín Jiménez Martos, el vecino de Torredelcampo que mató de forma brutal a su exmujer, Purificación Armenteros, en la madrugada del 22 de marzo de 2011.
Además del crimen, la historia alcanzó una extraordinaria relevancia pública porque la madre de la víctima, la anciana Juana Vacas, estuvo a punto de perder su casa ya que aceptó la herencia de su hija sin saber que incluía las deudas de su asesino.
La resolución del Supremo es la tercera sentencia que se dicta en este procedimiento. Será la última, puesto que no caben más recursos. Hay que recordar que Fermín Jiménez fue condenado por la Audiencia de Jaén a veintidós años y medio de cárcel, si bien el TSJA rebajó el castigo hasta los veinte. Los magistrados eliminaron la agravante de alevosía, al considerar que el asesino no atacó a Purificación Armenteros de forma “súbita e inesperada”.
Ahora, el Supremo corrige esa decisión al admitir el recurso presentado por la familia de la víctima —representado en este proceso por el abogado jiennense Juan Jesús Garzón— y rechazar de lleno todos los argumentos del condenado. Por ello, vuelve a aumentar el castigo porque el asesino actuó con alevosía y ensañamiento. Incluso, los magistrados del Supremo critican la sentencia del TSJA, de la que dicen que “peca de artificiosa”. Los veintidós años y medio de prisión suponen el castigo más alto impuesto en los últimos lustros por la Justicia de Jaén por un solo delito. ¿Por qué tanta severidad? Fue un crimen calificado como “brutal”, perpetrado con “una violencia inusitada” con diversos “objetos y armas”, y en el que el asesino causó a la víctima “padecimientos innecesarios y un sufrimiento sobreañadido”.
Los hechos ocurrieron en la madrugada del 22 de marzo de 2011, en el piso en el que había convivido el matrimonio. A pesar de que estaban separados, la pareja seguía viéndose. Aquella noche, estuvieron juntos en varios bares del pueblo. Tras marcharse a casa y mantener relaciones sexuales, Fermín Jiménez atacó a Purificación, que padecía una importante discapacidad. La golpeó con una banqueta y un martillo, le hizo varios cortes en el cuello con un cuchillo jamonero y, finalmente, la asfixió con un cable alargadera que enrrolló alrededor de su garganta. Después, se tomó una copa, hizo la maleta y se entregó a la Guardia Civil. No obstante, la Justicia ha considerado que el asesino no colaboró con los investigadores para aclarar lo ocurrido. Es más, trató de confundirlo diciéndoles que vio salir a otro hombre del piso o que su mujer se había cortado a sí misma