El síndrome de la seca del olivar

Desde Jaén. Lo llaman verticilosis, pero debe ser llamado síndrome de la seca del olivar. El poner nombre a un problema y acertar con el nombre es estar en una vía de solución. Los olivos se secan, y nadie sabe concretamente  qué les está matando. La palabra síndrome, en griego, quiere decir encrucijada, cruce de caminos, ese lugar donde varias vías se juntan. Por ello, por ser muchas las vías que coinciden en un punto se le llama “síndrome de la seca del olivar”.

    24 jun 2012 / 09:48 H.

    Una vez encuadrado el problema es más fácil poder encontrar las soluciones; teniendo en cuenta que estamos ante un cruce de muchas vías. Si conseguimos acostumbrarnos a llamar “seca del olivar” en vez de verticilosis, estamos en mejor situación para corregir el problema. Ahora podemos hablar de verticilosis, sabiendo que esta es una vía más del cruce de caminos que unas veces estará y otras, no. La Diputación de Jaén, y concretamente la Agenda 21, distribuyó unas tablas de la Ley con doce mandamientos para un olivar sostenible. En esas normas se esconde la prevención del fenómeno. Unas prácticas que favorezcan el cuidado del suelo, su riqueza en biodiversidad y una disciplina de abordar los tratamientos en momentos óptimos. El determinar cuándo se deben abordar los tratamientos contra enfermedades y plagas es un arte, una profesión que es de alta cualificación. Ese trabajo debería ser ofrecido por la Administración a los productores, como sucedía en la época de los agentes de extensión agraria. Pero estos profesionales desaparecieron de nuestros campos y pueblos al activarse a las Autonomías. Y ahí encontramos una vía de las que confluyen: control irracional de enfermedades y plagas. En España hay diecisiete normativas sobre agricultura, y ahí encontramos otra vía de la encrucijada. Y podríamos seguir buscando razones del por qué se secan los olivos. O si es posible una vacuna. Si me preguntara alguien sobre una solución a la seca del olivar,  creo que sin buenas prácticas en el manejo del suelo ninguna solución podrá ser definitiva. Y, si la solución que se ofrece es la de aplicar un potente fungicida, estaríamos en otro un error. Pues es más fácil educar a los olivos a convivir con un hongo que intentar acabar con ellos.
    Juan Manuel Molina Valdés