El síndrome de Esquilache

El diccionario de la Real Academia Española nos dice que síndrome es, en su primera acepción, el conjunto de síntomas característicos de una enfermedad, y por extensión nos completa, en su acepción segunda, que es el conjunto de fenómenos que caracterizan una situación determinada.

    19 ago 2014 / 14:44 H.


    Julián Marías escribió en 1963 su “España posible en tiempos de Carlos III”, reeditada en 1988 coincidiendo con el bicentenario de la muerte del “rey alcalde”.
    En tal libro nos da noticia de interesantes documentos sobre lo que le sucedió al todopoderoso y arrogante don Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, quien en la primavera de 1766, cabreado el pueblo por la subida del pan, fundamentalmente, y por la prohibición de usar las capas largas y los sombreros de ala ancha, como causa más folclórica, tuvo que poner los pies en polvorosa camino de Cartagena como medida precautoria para no perder el pescuezo, que así le llama el pueblo llano a lo que sostiene la cabeza cuando el cabreo con sus gobernantes es muy grande.

    Valgan como botón de muestra las jácaras que el pueblo de Madrid dedicó al marqués de Esquilache en su huida, y sirva a quien corresponda como aviso para navegante, por aquello de poner las barbas a remojar cuando las de tu vecino veas rapar. A fin de cuentas, el tiempo todo lo ajusta en su sitio y los síndromes oráculos son: “Algún tiempo mucho fui,/ ya cosa ninguna soy,/ pues se cagará en mi hoy/ quien temblara ayer de mí./ Ruedo hoy, ayer subí,/ hoy huir, ayer mandar,/ más, puesto a considerar,/ justo mal se me señala / pues una cosa tan mala/ en que había de parar. [...]/ Más ¿por qué ha de tener tan triste fin?/ Porque engordó muy bien y era razón/ le llegase también su San Martín”. ¿Qué nos quedará por ver y padecer aún en este “circo nacional” antes de que ejerzamos nuestro irrenunciable derecho al pataleo en las urnas? Todo mi cabreo y desprecio, pues, para cuantos han hecho de las carencias y el sufrimiento del pueblo un motivo de negocio y enriquecimiento propio, esperando que les llegue pronto su San Martín político y judicial.