El Rey
Fernando Arenas del Buey (Boabdil)/Desde Jaén. Nuestro monarca está cansado. No solo físicamente deteriorado, lo que se nota a simple vista cada vez que sale en televisión en un acto protocolario, sino mentalmente cansado. Y cuando uno está cansado, sobre todo si al cansancio se unen “algunos” años, sufre ciertos deslices lógicos de la edad, es decir, se tienen algunas meteduras de pata; si a todo ello se añaden algunos disgustos familiares:
una hija que rompe su matrimonio; un yerno que se desmanda, etcétera, termina uno por estresarse. Estas son cosas que nos pasan a todos, tanto más si ya hemos cumplido los setenta con holgura. La diferencia estriba en que usted, querido lector, y yo no somos reyes, y las meteduras de pata no tienen trascendencia de Estado. Las del Rey, sí.
A mí me resulta enternecedor que a muchos, en especial matrimonios jóvenes, les hayan gustado las disculpas del Rey y las acepten. A mí las disculpas no es que me hayan gustado, es que eran imprescindibles por el bien de la Corona y del Estado, pero no las acepto por sí solas. La Corona necesita que el Rey abdique en el Príncipe Felipe, posibilidad abierta en la Constitución cuando regula que la abdicación, renuncia del Rey o cualquier otra duda de hecho o de derecho sobre la sucesión tendrá que ser resuelta mediante Ley Orgánica, que exigiría una mayoría absoluta de todos los diputados como no podía ser de otra forma en asunto tan delicado como es la Jefatura del Estado (Artículos 57.5 y 81.2). El jefe del Estado no puede ausentarse sin más ya sea para matar un elefante o para cazar mariposas, tanto más cuando el jefe de su Gobierno viajaba por Sudamérica en viaje oficial. Y yo no afirmo que eso ocurriera así, pero sí que a Rajoy le costó más tiempo de la cuenta comparecer ante la opinión pública, más serio que un ajo, para comunicar el accidente del Rey como consecuencia de un viaje privado a África para matar un elefante. A mí, el lance cinegético me importa un comino, pero cuando la Nación tiene cinco millones de trabajadores en paro, se habla de reducir sueldos y de que los pensionistas tengan que pagar una parte de los medicamentos que se le recetan, irse a matar un elefante me parece algo frívolo, dicho con todo el respeto que me merece la Corona. Y no empequeñece mi preocupación que no sea la Casa Real u otra de las instituciones del Estado la que haya sufragado el lance o la precipitada vuelta al hogar, sino un amigo sirio, forzosamente rico para poder pagar todo el desaguisado, pues aunque no fuera necesario corresponderle, ya queda bien pagado el ser reconocido como parte del círculo de amigos íntimos de Su Majestad, pues cualquier “pelagatos” con dinero ni sueña con esa posibilidad. La Casa Real es el espejo de los españoles, y mal casa aquel medido discurso navideño lamentando la austeridad forzosa de miles de familias españolas y su valentía de que ni su familia quedaba fuera del imperio de la Ley, con este accidentado lance cinegético. Lo lamento, Majestad, pero mi opinión es que abdique usted en el Príncipe de Asturias.