El reto de aprender a vivir la vejez como un regalo

Pepi Galera Espinar
Han vivido la Guerra Civil en su infancia, la aparición de la televisión, la llegada a la Luna, los Beatles, la Transición, la caída del Muro de Berlín, internet, el año 2000, las Torres Gemelas…

    20 sep 2009 / 11:13 H.

    Tienen ochenta años o más y, en general, muchas ganas de seguir viviendo. Sufren “achaques”, típicos de la edad, pero no permiten que estos les impidan disfrutar del día a día. Y es que, si hay alguna forma de ver la vida, después de los ochenta, es como un regalo que pocos privilegiados pueden disfrutar y, si es con salud, mucho más. Un espíritu joven en un cuerpo viejo. Algo así escribía Cicerón en su Diálogo de la Vejez: “Los que en sí mismos no tienen ningún recurso para vivir tranquila y felizmente juzgan incómoda toda edad; pero los que encuentran todos los bienes dentro de sí mismos, nada de lo que acontece por necesidad de la naturaleza les puede parecer malo. En este género de acontecimientos, ocupa el primer lugar la vejez”.

    Es cierto que el envejecimiento es un proceso marcado por pérdidas, cambios biológicos y psicológicos, un nuevo espacio en la sociedad, un tiempo libre para el que no están preparados, pero que tienen a su disposición. Es un proceso en el que se da una disyuntiva vital: o se aprende a vivirlo, a disfrutarlo, a aceptar los cambios que las épocas van marcando o se muere lentamente. Por eso es vital, el nuevo desafío se convierte entonces en opción de vida. Una elección a la que se enfrentan, solamente en la provincia de Jaén, más de 31.000 personas, que superan los ochenta años. Edad que, a su vez, está unas décimas por encima de la esperanza media de vida, que está en los 79,5 años. Y llega, en el caso de las mujeres, a los 82,73. Jaén, dentro de Andalucía, es la provincia con más personas longevas. Si se compara con el resto de provincias, el número de habitantes con cien o más años, sólo es superada por Málaga y Sevilla que, en cifras globales de población, corren muy por delante de Jaén. Por ejemplo, según el Censo de la Población de España de 2001, del Instituto Nacional de Estadística (INE), en Jaén había 86 ancianos con más de cien años, dos menos que en Málaga y, cuatro, que en Sevilla. Cuando la población de estas dos provincias superaba el millón doscientos mil y, setecientos mil, respectivamente, frente a los seiscientos mil de Jaén. Según el estudio “Longevidad y calidad de vida en Andalucía”, del Instituto andaluz de Estadística, es posible percibir la existencia de al menos dos modelos provinciales, más difuso en el caso de las mujeres y más claro en el caso de los hombres, que distingue por un lado las provincias del suroeste —Huelva, Sevilla, Cádiz y Málaga— con una menor longevidad, y por otro las del noreste —Córdoba, Jaén, Granada y Almería— que tienen esperanza de vida significativamente más alta.
    Cifras que, año a año, crecen en la caso de los más mayores. Según la proyección de población a corto plazo 2008-2018 del INE, la cifra de jiennenses de más de 90 años que había el año pasado, se duplicará en 2017. Algo similar ocurrirá con los centenarios, puesto que se prevé que, en 2018, sean más de 165 en toda la provincia.
    Estas cifras vienen a confirmar la espectacular tendencia de incremento de la esperanza media de vida en el pasado siglo XX. Pero, más que centrar la atención en las estadísticas, hay que señalar también el gran salto cualitativo de la que se le ha llamado “Tercera Edad”. Durante las dos últimas décadas, se ha hecho patente un giro de 180 grados en la concepción de lo que esta etapa de la vida y su discurrir ha de ser. Desde las administraciones públicas, han llegado subvenciones para la apertura de centros de día para que salgan de sus hogares, la subida de las pensiones mínimas y actividades de ocio diseñadas específicamente para estas generaciones, como son los “viajes del Imserso”, entre otras. Pero, al mismo tiempo, la sociedad ha aceptado que la vejez es también una etapa para el disfrute y no sólo una espera a la muerte. Incluso, ellos mismos, lo han hecho.
    Llegar a envejecer y transitar esta etapa no sólo es un privilegio, el de estar vivos, sino que se convierte en un nuevo desafío. El primero fue logrado por la ciencia que con sus avances ha sido, sin duda, capaz de cumplir un largo y ansiado deseo de la humanidad desde hace siglos: el lograr vivir más años. Lo que antes era el final de la vida, ahora es poco más que la mitad de ella.  Pero, sin embargo, alargar la vida, sin duda, no es suficiente. Falta darle a esos años una mejor calidad, un mejor vivir. Y ese, el de lograr una mejor calidad de vida, es el verdadero reto que enfrentan los mayores que viven estos tiempos. Y en eso están.

    La longevidad, también una cuestión de sexo
    Las mujeres viven más. Es un dato que lo confirman las estadísticas y este es también un aspecto relevante en cuanto a la evolución de la longevidad. A lo largo del siglo pasado se fue produciendo un creciente distanciamiento entre la esperanza de vida de las mujeres y la de los hombres. A principios, esta diferencia rondaba los dos años en Andalucía, mientras que a mediados de los años noventa llegó incluso a ser de 7,2 años más alta en las mujeres, según el estudio “Longevidad y calidad de vida en Andalucía”. En la actualidad, en la provincia de Jaén, la diferencia supera los seis años. Para los hombres, la media está en los 76, 63 años, mientras que las mujeres llegan hasta los 82,73. Así, en las cifras de población por grupo de edad y sexo, la diferencia entre ambos grupos llegar a ser “abismal” a partir de los 85 años, ya que se duplica el número de féminas. En Jaén, según el padrón municipal de 2008, había 4,191 hombres mayores de 85, frente a las 8.306 mujeres.
    A pesar de ello, estudios de las condiciones de vida de las personas mayores en España del Imserso confirman que la calidad de vida de las mujeres es considerablemente peor que la de los hombres durante el proceso de envejecimiento, ya que sufren más enfermedades crónicas, sobre todo, relacionadas con el esqueleto. Tanto es así que el 60% de la población femenina tiene este tipo de patologías, como es la osteoporosis, y la tasa de discapacidad de las mujeres casi 10 puntos más altas que la de los varones.