El promotor del torreón de Begíjar denuncia trabas para recibir ayudas
Adquirió el torreón de Begíjar hace casi una década porque —asegura— “si no estuviera en manos privadas, este patrimonio se perdería”. Por el mismo motivo, se hizo con el Palacio Episcopal y la casa de Patrocinio de Biedma. Santiago Vargas gasta “un millón de pesetas” al año para mantener los tres edificios y “difundir” sus valores. Pero en esta lucha está solo y se queja de la falta de apoyo público.
Más del 70% del patrimonio histórico de Begíjar está en las manos de Santiago Vargas y de la Asociación Proyecto Cultura Joven que él mismo preside. Lo confesó el propio Vargas, durante la rueda de prensa que ofreció, ayer, en la sede de la Asociación de la Prensa de Jaén, para denunciar que, “por segunda vez”, la Asociación de Desarrollo Rural de la comarca de La Loma y Las Villas (Adlas) le ha denegado una subvención para rehabilitar el torreón begijense. La primera vez fue en 2004. Entonces, los argumentos que le dieron para negarle la ayuda fue la “falta de disposición económica”. En esta ocasión, la respuesta es un tanto “rocambolesca”, como él mismo explicó. “La solicité en 2009 y, diez meses después, me contestaron que la ley se hace retroactiva y que me aplican la normativa de enfoque de género. Es decir, se me excluía por no ser mujer ni joven, pero, entre los requisitos para acogerse a la ayuda, no aparecía reflejado que hubiera que ser mujer para solicitarla”, se quejó Vargas, que manifestó que la rehabilitación cuenta con los permisos de la Consejería de Cultura.
Este mecenas o guardián del patrimonio begijense, de 38 años, comenzó su andadura filantrópica con la adquisición del Palacio Episcopal y luego continuó con la compra del torreón. Confesó que para poder hacerse con él se vio obligado a hipotecar el Palacio Episcopal y, después, tuvo que recurrir a la misma estrategia para evitar que la casa natal de Patrocinio de Biedma acabara convertida en un bloque de tres pisos, tal y como aseguró, ayer, que pretendía hacer una constructora. “Me hice con los tres edificios porque, si no hubiera sido así y no estuvieran en manos privadas, acabarían por desaparecer y mi objetivo no ha sido otro que diversificar la actividad económica del municipio, promover una alternativa al monocultivo del olivar y aprovechar el tirón turístico que tiene Baeza”, aseveró. De hecho, adecuó el Palacio Episcopal y, desde hace seis años, los visitantes y vecinos de Begíjar tienen en él el Museo de Artes y Costumbres Populares del municipio. Sin embargo, ser dueño de estas propiedades y mantenerlas no es fácil y, mucho menos, barato. Cada año, Santiago Vargas gasta “un millón de pesetas” —unos 6.000 euros— en su conservación. “Y lo pago yo de mi bolsillo”, lamentó, no sin dolerse de que se le cierran “todas las puertas de las administraciones públicas”. Aseguró no saber el porqué, pero, luego, barajó: “Imagino que es por no ser el Ayuntamiento el que lo promueve. La Administración local tiene más capacidad”. Pero, entonces, ¿por qué no solicita la ayuda municipal? “Sí, lo he hecho, pero me dijeron que no apoyan mis proyectos porque creen que aquello por lo que yo lucho es una ruina. No es rentable”. Nuria López Priego / Jaén