El precio de la solidaridad
El año 2011 se cerró con casi el 22% de las familias españolas bajo el umbral de la pobreza, esto es, aproximadamente, la quinta parte de la población de nuestro país. Paradójico, ¿no?, sobretodo si tenemos en cuenta que España se ha convertido en uno “de los donantes más generosos del mundo”, que no digo yo que esté mal, pero lo mismo nos venía bien una mirada de puertas para adentro.
Porque puede quedar muy digno, visto desde afuera, que el nombre de nuestro país resalte entre los primeros puestos con cantidades indescifrables destinadas a ayudas a países subdesarrollados, pero desde dentro es una barbaridad que cada día se proceda al embargo de 300 viviendas y que los recortes en la educación y la sanidad hayan llevado a ambos sistemas hasta lo insostenible. ¿Generosos? ¿Con quién? Estas son las preguntas que deberíamos hacernos. Bill Gates pedía a España, hace unos días, que mantuviera su liderazgo en el ámbito de las ayudas al desarrollo y la salud en los países pobres, y decía que los recortes para estas ayudas que el gobierno está estudiando, se deberían evitar. Lo mismo este señor no sabe que la tasa de paro española asciende al 23%, que nuestro salario mínimo interprofesional es uno de lo más bajos de Europa y que los comedores sociales se abarrotan de familias y personas cada día más jóvenes huyendo del hambre. Apuesto por conservar y fomentar nuestra solidaridad pero no por que el precio de guardar las apariencias nos haga vestirnos cada día de limpio, dejando las miserias dentro.
Relaciones públicas