El postre es gratis
Cualquier religión, como cualquier amor, es un sentimiento que otorga un sentido a las vidas de muchas personas. En ambos casos, en el amor y en la fe, se idealiza (o se inventa) al otro mientras se recorre el camino solitario que nos separa de él con el fin de obtener un beneficio. Se ama deseando; se cree deseando y, deseando, se camina hacia lo perseguido. Quizá por eso, los dos mundos se representan con una iconografía de corazones, llamas o gotas de sangre que remiten a la intensidad de los afectos y a ese difuso sufrir por no poder alcanzar, o por perder, el objeto del deseo.
Tómense el párrafo anterior como un simple preámbulo con el que solo pretendo subrayar que la religión, como el amor, es una vivencia interna y solitaria que se experimenta en el ámbito de lo privado, aunque ambas cuenten con espacios específicos para socializarse como la iglesia, el juzgado, las salas de catequesis o los banquetes de bodas.
Tómense también el párrafo anterior como un nuevo preámbulo para entrar en lo que tiene previsto el ministro Wert para nuestro sistema educativo: favorecer la enseñanza concertada (en su mayoría en manos de religiosos) en la misma dirección que las privatizaciones que está haciendo la derecha en sanidad. La enseñanza concertada es una empresa que, como tal, busca su negocio a costa de la pública, al igual que los consorcios empresariales de sanidad rondan el cuerpo, todavía sano, de la salud pública para, una vez convertido en cadáver, zampárselo. De ese modo, asistimos a un banquete empresarial donde se sirve como carne tártara los dos pilares del estado de bienestar.
La vieja reivindicación del episcopado de disparar sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía (EPC) se cumple ahora de la mano del ministro Wert. Misión cumplida. Se esfuma EPC convertida en su sucedáneo y equiparada como optativa a la asignatura de Religión. Es decir, los valores comunes, los valores constitucionales y democráticos, que son los contenidos de EPC, se igualan a la educación del fervor religioso. La reforma Wert obliga al contribuyente a pagar por igual por valores comunes (EPC) como por valores individuales (Religión). Esa gigantesca empresa que es la Iglesia tiene ya su postre gratis, servido por el diligente camarero Wert.
Y vuelvo al principio: la religión es un sentimiento, muy parecido al amor, donde interviene el mundo afectivo de los deseos, de las idealizaciones o del sufrimiento. Todo un universo de sensaciones que se desarrolla en la conciencia de los fieles y cuenta con espacios rituales y con iconos que, como en el amor, connotan pasión.
Pues, bien, ese conjunto de sentimientos no cabe en la escuela. Las creencias jamás pueden ser una asignatura. Ni antes ni ahora. Porque la escuela es el campo de lo común, no de lo individual; es el campo del saber constatable y no de los afectos personales. Si la iglesia quiere asegurarse un futuro, que haga como los enamorados que se pagan ellos mismos sus ritos amorosos y dejan la escuela para el saber social.
Salvador Compás