El poso imborrable de una trágica mañana de hace seis años
Familiares de los fallecidos y supervivientes de aquel fatídico 11-M de hace seis años compartieron de nuevo su dolor en un acto simbólico, cargado de emoción y sencillez, celebrado en el Congreso de los Diputados. Sigue aún muy vivo en el recuerdo colectivo la larga mañana de dolor y sufrimiento que acabó con la vida de 192 inocentes que tuvieron la mala suerte de viajar en los trenes que explotaron.
Lo sienten de manera más directa quienes estuvieron allí y pueden contarlo, además de los seres queridos de los que fallecieron en las mismas vías, pero también la sociedad en general hizo suyo el sufrimiento de una manera tan intensa que se marcó un antes y un después en la historia de este país. Prueba de ello son los mensajes de todo tipo que se recogieron y que hace unos días se han recopilado para salir a la luz. Un auténtico alegato anónimo y sentido por la paz, porque nunca jamás el fundamentalismo pueda salirse con la suya de una forma tan atroz. Los hombres y mujeres de bien de cualquier condición o nacionalidad estamparon su pensamiento en homenaje a esos inocentes que salieron de su casa y jamás regresaron, con el denominador común de que transmitir un rayo de esperanza en que un futuro sin terror es posible y por él hay que luchar. Durante el acto de ayer en la Cámara Baja se repitieron uno a uno los nombres de todos los fallecidos y se hizo especial hincapié en que cada uno de ellos representa una historia individual, un símbolo de miles de esperanzas hechas añicos en unos cuantos minutos por la sinrazón de unos asesinos.
Desde entonces, desde la larga mañana del 11 de marzo de 2004, nada es lo mismo en una sociedad que cada día que pasa está más convencida de que el terror nunca será camino ni solución para el mañana. Y para no olvidar eso siempre queda la memoria. Porque el único instrumento válido es la paz y el diálogo.