24 ago 2014 / 08:51 H.
Los problemas enquistados se convierten en un polvorín, sobre todo, en municipios pequeños en los que la mecha puede encenderse por el más mínimo chispazo. Eso es lo que ha sucedido estos últimos días en Castellar, el rebrote de un enfrentamiento que se remonta al año 2008 y que, después de aflorar a principios de semana y quedar aparentemente resuelto con la marcha de las familias, vuelve ahora a resurgir con su regreso. La aparente tregua apenas duró 48 horas y la tensión se hizo palpable en la noche del viernes quizá con más fuerza que el martes anterior. El alcalde del municipio se hizo cargo de la situación desde un primer momento con la intención de mediar en el conflicto y que no lleguen a producirse altercados de más gravedad. La reunión del viernes en el salón de plenos no fructificó. La clave es que la paz se restablezca, pero no parece un objetivo fácil de conseguir. Por ahora, un importante despliegue de agentes de la Guardia Civil se encarga de que controlar la situación en la calle, para garantizar la seguridad en el municipio. Las elementales normas de convivencia no se pueden alterar y, en este caso, no ayuda que unas de las familias enfrentadas sean de etnia gitana, con todos los condicionantes que ello implica de supuesta discriminación. Se cruzan acusaciones de haber querido expulsarlas del municipio, si bien desde la Alcaldía se aclara que se marcharon por voluntad propia. Es preciso apelar al sentido común para que se ataje cuanto antes y esperar que sea la Justicia la que depure las responsabilidades de una y otra parte. Con el compromiso de todos de respeto mutuo nadie tiene que abandonar su hogar, en pleno siglo XXI este tipo de problemas no deberían producirse en contextos civilizados.