El niño que soñaba con trenes

Cuando habla de su pueblo se le ilumina la mirada, como si por un instante volviera a esa infancia feliz del niño que jugaba en la calle, se bañaba en el río e iba a ver los trenes en la Estación Linares-Baeza.

16 jul 2015 / 08:38 H.

Una vida que giraba alrededor de esas máquinas que circulaban por los raíles y daban alegría al pueblo. Todo giraba a su alrededor. “Hasta los Reyes Magos llegaban en tren”, recuerda con cariño. Por Antonio José es un perfecto desconocido, todos lo llaman “Che”. Este año, por San Pedro, fue junto a su esposa, Montserrat de la Torre, pregonero de las fiestas, todo un orgullo. “Es uno de los premios más bonitos, porque lo da tu pueblo”.

Un buen día, decidieron lanzarse a la aventura de montar su propio negocio y abrieron un pequeño bar en Úbeda, en 2005, que diez años después se ha convertido en todo un referente gastronómico: Cantina La Estación, un local transformado en vagón de tren, como no podía ser de otra manera, y que recrea el lujoso Al-Andalus, con detalles decorativos muy cuidados y con gusto. Hasta cuenta con pantallas de televisión en la pared que simulan el paisaje que se ve desde el vagón cuando se va de viaje. “Para nosotros fue un sueño hecho realidad, es el tren de pasajeros que todos los niños íbamos a ver a la estación”. Pero, para llegar a donde está, el camino no fue fácil. Comenzó solo con su mujer, ella en la pequeñísima cocina y él fuera. Fue muy duro porque, además, tenían una niña pequeña, pero funcionó muy bien desde el principio. “Teníamos un 600 que corría como un Mercedes”, comenta. Poco a poco fueron ampliando y ahora son un equipo de personas. Montse es la reina de la cocina y él se ocupa de la sala, aunque también le da “ideas”, que luego ella ejecuta con su grupo de compañeros. Se formó en la Escuela de Hostelería de La Laguna de Baeza, de donde han salido reconocidos cocineros y fue allí, también, profesor durante cuatro años. Aunque, ahora se confiesa muy feliz, por esa estabilidad laboral que le da tranquilidad, no olvida cuando quería ser guarda forestal. “Eso, o del Seprona, era mi pasión. Y cada vez que puedo me escapo a Cazorla”. De hecho, formaron una asociación ecologista, “Ecoliva”, que organizaba actividades y dinamizaba el pueblo.

Pero, si hay algo clave en su pasado, es el fútbol y el mítico equipo de “La Ferroviaria”, con el que jugaron en Segunda Regional, en un pueblo con mucha cultura futbolera, con competiciones por barrios perfectamente organizadas. También, jugó en el Úbeda, en Primera Andaluza. “Dejé el fútbol por la hostelería”.

Y no se olvida del buceo, que descubrió hace poco en Cabo de Gata, donde encuentra su lugar idóneo para el relax cuando cierra el restaurante. Pero, por encima de todo, disfruta de su pueblo, del que dice que se ha perdido la oportunidad de que sea un barrio residencial de Linares. Sus dos hijas, Aranza y Estrella, pasan temporadas allí con sus abuelos, con los que tienen lazos muy fuertes. “Y espero que sigan teniéndolos”.