El niño de la cuchara de palo
Cuentan, a modo de tradición hecha leyenda, que fue el centurión Longinos de Cesárea quien con su lanza traspasó el costado de Jesús crucificado, y al comprobar que estaba muerto exclamó: “¡En verdad este era el Hijo de Dios!”.
Los soldados sortearon entre ellos la túnica de Cristo, y viendo Longinos que no tuvo suerte para hacerse con ella, con rabia dio un mandoble con su espada en la base de la cruz arrancándole una astilla.
En los dos siguientes días, los soldados custodiaron el sepulcro en el que enterraron a Jesús, y el centurión se entretuvo tallando una cuchara de palo de la astilla arrancada. Continúa la leyenda diciendo que de esa cuchara nada más se supo, pero es cierto que cuando el alfarero ubetense Paco Tito coció en su horno la imagen que había modelado de un niño Jesús para serle entregada al Papa Francisco por los Caballeros de la Orden de la Cuchara de Palo, observó que entre las cenizas de todas las maderas que había quemado para cocer el barro de la imagen, había una vieja cuchara de palo que inexplicablemente no había ardido. Paco Tito, la colocó en una de sus manos de la imagen, y el Niño pareció apretarla fuertemente contra su pecho.
La leyenda ha querido ofrecernos la simbología de una imagen de un Cristo niño aceptando el madero de su futura cruz en forma de cuchara, poniendo de manifiesto que en el mundo del aparente progreso ético en el que vivimos, el hambre y la malnutrición de los niños ya la sufren hasta los que viven en el portal de al lado de nuestras casas.
Nace, pues, el día tres de mayo, día de la Cruz, en la Aldea de la Mesa, de Carboneros, después de que el capellán comendador,Alberto Jaime Martínez Pulido, bendiga la imagen, la Hermandad del Santo Niño de la Cuchara de Palo, sin otro origen ni otro fin que luchar contra una indiferencia globalizada que permite, injusta e insolidariamente, el hambre y el sufrimiento de los más débiles. Una cuchara vacía en manos de un niño que no tiene qué comer o está mal nutrido, acaba convirtiéndose en una espada de centurión frente a nuestras conciencias.