El mundo está más cerca de los que comparten raíces en el aula
Nuria Fernández /Jaén
Salvador Vivo, director del colegio Peñamefécit, de Jaén, sintió un pellizquito en el corazón cuando un alumno nuevo se acercó a darle la mano en su primer día de clase. Continuó haciéndolo día tras día, hasta que, asombrado, le explicó que en los colegios de Jaén ningún niño agradecía a su profesor su asistencia.

Salvador Vivo, director del colegio Peñamefécit, de Jaén, sintió un pellizquito en el corazón cuando un alumno nuevo se acercó a darle la mano en su primer día de clase. Continuó haciéndolo día tras día, hasta que, asombrado, le explicó que en los colegios de Jaén ningún niño agradecía a su profesor su asistencia.
El escolar venía de Ecuador, como tantos que pueblan las aulas del centro, y también como a ellos, les sorprende la “excesiva” familiaridad que emplean los niños de aquí con sus padres y profesores. Esa es una de las pocas, si no la única diferencia que Vivo es capaz de establecer entre los niños jiennenses y los de origen extranjero. En el centro que dirige, en torno al 12 por ciento del alumnado es inmigrante. Han llegado a tener hasta un 15, y ningún problema.
La mayoría de los colegios de la provincia desarrolla ya programas específicos, propios o alentados por la Consejería de Educación, para favorecer la integración de niños provenientes de entornos familiares distintos, culturas diferentes y centros escolares muy dispares. Vivo no habla de integración tanto como de “normalización” de la diversidad, porque la asunción de los compañeros se produce casi de manera automática.
El docente cuenta que los primeros niños inmigrantes llegaron ya hace unos quince años, sobre todo, del este de europa, y entonces sí hubo una dificultad relacionada con el lenguaje. De ahí surgieron las Aulas Temporales de Adaptación Lingüística (ATAL). La delegada de Educación, Angustias María Rodríguez, dice que hay doce docentes especializados en la provincia para atender estas necesidades. Profesionales itinerantes, que forman parte de un equipo de orientación que planifica la atención en lengua española en diferentes centros. El tiempo de asunción de la lengua, es distinto en cada niño, pero Vivo la experiencia le dice que en un año son capaces de ponerse al nivel de sus compañeros. Otra cuestión son las asignaturas que ni siquiera habían tocado en sus países de origen.
“Es frecuente que muchos niños extranjeros no hayan estudiado nunca Inglés o Lengua”, dice. También lo es que algunos hayan pasado largos periodos sin escolarizar porque sus padres han emigrado de una ciudad a otra o porque en su país de origen podía asistir al colegio en ocasiones contadas. Por eso, en centros como el Peñamefécit está muy desarrollado el programa de Acompañamiento Escolar, una especie de refuerzo durante o después del horario lectivo en los aspectos más necesarios. Un docente trabaja con el niño los temas en los que se detecta un déficit y en muchas ocasiones, incluso dentro del aula. Esto sirve también para normalizar la situación de los niños con necesidades especiales, no sólo cognitivas, también circunstanciales y los escolares empiezan a entender así la variedad como algo propio del proceso de aprendizaje desde el primer día que pisan un aula. Esto evita clasificaciones y calificaciones más populares cuando en la educación se distinguían clases de alumnos.
Por otro lado, los centros han puesto en marcha planes propios que, no sólo sirven para mantener el ritmo del aprendizaje colectivo, sino que aportan elementos enriquecedores al proceso. “El agrupamiento flexible” permite “desglosar” las aulas y que niños de un grupo se reúnan con otros para determinadas asignaturas o actividades y evita su propio estancamiento.
No obstante, hay prejuicios poco justificados y la creencia de que una gran presencia de alumnos de otros países perjudica el proceso de aprendizaje existe. Eso sí, entre los adultos, algo que ha llegado a perjudicar, sin fundamento alguno, la imagen de algunos colegios.
“La escuela sirve como entrenamiento social”, responde Vivo sin atisbo de duda. “Los alumnos salen de ella conociendo que la realidad no es homogénea y no les sorprende el mundo”, sentencia, y así se consigue que en el futuro, la diversidad esté normalizada.
Iniciativas como el Plan de Mantenimiento de la Cultura Materna, a través del que padres y docentes organizan iniciativas para mostrar sus raíces, o el programa que desarrollan algunos centros con asociaciones solidarias para fomentar el conocimiento de otras culturas, ya no tan “extranjeras”. Rodríguez explica que en la provincia hay 3.500 niños extranjeros, en casi todos los municipios. El 20 por ciento se concentra en Jaén y hay colegios, como el Santo Tomás o el San José de Calasanz, en los que hay representantes de varios países. Y también la multiculturalidad llega a los Centros de Educación Permanente, donde hay ochocientos alumnos extranjeros, muchos, matriculados para aprender el idioma.