El "monstruo de las cloacas" son las toallitas húmedas
Las empresas de desatranques de la provincia llevan tiempo haciendo el agosto con las toallitas húmedas. La generalización de este producto, que empezó a comercializarse hace unos años para los bebés y se ha ido extendiendo a muchos otros usos, ha ido paralela al aumento de los atascos en edificios, redes de abastecimiento y plantas de depuración de aguas residuales. Cada poco tiempo, aparece uno de los “monstruos de las cloacas”, formado por las toallitas y otros elementos como compresas, pañales e, incluso, preservativos, que se tiran a los inodoros sin tener en cuenta qué pasa luego. Las empresas de saneamiento de aguas han tenido que crear equipos específicos de técnicos para solucionar los atascos en la red. Se trata de un problema global del que no se escapa la provincia. “Cada vez tenemos más avisos de este tipo”, explica Bartolomé González, gerente de la empresa Camdesa, especializada en este tipo de desatranques. “No sabría decir un número exacto, pero sí que han aumentado de forma muy notable en los últimos años”, añade.

También son de la misma opinión los administradores de fincas de la provincia, quienes reconocen que los atoros causados por las toallitas húmedas se han convertido en un “problemón” para numerosas comunidades de vecinos. Tanto es así que muchos colectivos de propietarios han llegado al extremo de recoger en el presupuesto anual una partida para hacer frente a los atranques de la red de saneamiento. Hasta ahora, las compañías de seguros suelen incluir en las pólizas hasta dos trabajos de desatoro al año. En las comunidades más antiguas, ese número se supera con facilidad. Y cada vez que se produce el problema los daños son más que cuantiosos. El agua sale casi siempre por alguna vivienda, que suele inundarse de aguas fecales, causando importantes desperfectos. Un administrador de fincas de la capital, que gestiona un bloque de pisos del Polígono del Valle, cuenta cómo fue el último atranque de tuberías al que tuvo que hacer frente: “Me llamó el presidente del bloque y me dijo que a un vecino se le había inundado el piso. Llamamos a un fontanero, que encontró un atasco en una arqueta. Estaba formado por toallitas y pañales. Había, incluso, hasta una fregona. La gente la utiliza para intentar desatascar la tubería y, cuando tira de la cisterna, el agua se la lleva y el problema se agrava aún más”.
Pero, ¿qué ha pasado para que el problema pase de ser preocupante a alarmante? EurEau, la asociación que agrupa a las empresas de abastecimiento y saneamiento de los países de la Unión Europea, considera que la clave está en la generalización del uso de las toallitas húmedas. Hace unos años, ni tan siquiera existían. Primero, se comercializaron para uso exclusivo en la higiene de los bebés. Sin embargo, se ha ido extendido a otras muchas utilidades. Se ha convertido en un producto para todo. Como es barato y cómodo, la gente lo emplea como un sustitutivo del papel higiénico. Lo que ocurre es que este tipo de toallitas húmedas son una mezcla de fibras sintéticas que no se descomponen con facilidad, todo lo contrario que ocurre con el papel convencional, realizado a base de celulosa pura y que sí se deshace en las tuberías. Las toallitas no se disgregan con el agua, permanecen intactas, se acumulan y terminan provocando los “grandes monstruos” de las cloacas, que tantos problemas están generando.
Aqualia, la empresa concesionaria del ciclo integral del agua en Jaén, ha llamado a la concienciación ciudadana en más de una ocasión. El váter no es una papelera es el lema que quiere hacer llegar a los jiennenses. En este sentido, alerta del riesgo de tirar las toallitas al inodoro y aclara que es una forma más de contaminar el ecosistema. La empresa asegura que también se tiran al inodoro “de forma incorrecta” compresas, preservativos o bastoncillos de oído, que aumentan su tamaño hasta el punto de provocar atascos en las conducciones de alcantarillado y, en caso de llegar a las estaciones de impulsión, el bloqueo de las bombas, ya que no pueden aspirar. Esto multiplica las retenciones de las redes, los malos olores y los salideros de aguas fecales a la vía pública, originando serios problemas a los vecinos. La tecnología antiatasco que incorporan los fabricantes de bombas de aguas residuales son insuficientes. Así que Aqualia pide a la ciudadanía un gesto tan sencillo como eficaz: no arrojar las toallitas al váter.