El mejor deportista de la historia como ejemplo para jóvenes
Todos los calificativos se quedan cortos. Rafael Nadal acaba de entrar en la historia del tenis mundial por derecho propio al lograr el último triunfo que faltaba en su amplio palmarés: el Abierto de Estados Unidos.
Y lo hace, además, con la mejor actuación de la historia de españoles en esta competición, al igualar el récord de seis jugadores en octavos de final del cuatro masculino en un torneo de Grand Slam que databa del Roland Garros de 1998. Un triunfo doble, además de la victoria en sí, por la manera de conseguirla, con un juego espectacular que dejó constancia de por qué el compatriota es el número uno del mundo. El jugador de Manacor es un verdadero ejemplo de deportista íntegro y cabal, en lo profesional y en lo personal, con un carácter sencillo a pesar de su fama internacional. Como ya ayer se dijo en los innumerables elogios y felicitaciones que recibió, el deportista es un valioso modelo para la juventud española, ahora perdida en gran medida en la llamada generación “ni-ni”, porque con su testimonio vital demuestra que el esfuerzo tiene siempre recompensa y que merece la pena huir de lo fácil.
En momentos en los que las buenas noticias escasean, con la actualidad económica marcando el ritmo informativo, el triunfo en Nueva York de Nadal viene a dejar un poso de esperanza para pensar que todavía hay motivos para el optimismo. Desde la Federación Española de Tenis se habla de “un privilegio de dimensiones extraordinarias”, un halago al que el tenista alega que “no es perfecto”.
España puede presumir del contar con el mejor deportista de todos los tiempos, sin exageraciones, ni juicios exaltados. Los datos lo avalan. La misma que marcará la leyenda de un hombre que hoy por hoy es mucho más que un genio con la raqueta y una persona buena, en el buen sentido de la palabra bueno, como dijo el poeta.