El más joven, tranquilo y familiar de "Los Puentes"
Pepi Galera
Con el Río Guadalbullón a sus pies y a las orillas de la antigua carretera de Granada, el Puente Nuevo es uno de los barrios periféricos más jóvenes, familiares y tranquilos durante los meses de verano. Aunque ve aumentada su vida de junio a septiembre, cuando llegan a una población estimada de 800 personas, más de la mitad eligió esta zona para asentar su residencia habitual. Como en el resto de “Los Puentes”, el asfaltado, la llegada del agua desde Jaén, el transporte público urbano y el alumbrado han sido el “caballo de batalla” de los vecinos, reunidos en la Asociación “Entre Ríos” del Puente Nuevo.

Con el Río Guadalbullón a sus pies y a las orillas de la antigua carretera de Granada, el Puente Nuevo es uno de los barrios periféricos más jóvenes, familiares y tranquilos durante los meses de verano. Aunque ve aumentada su vida de junio a septiembre, cuando llegan a una población estimada de 800 personas, más de la mitad eligió esta zona para asentar su residencia habitual. Como en el resto de “Los Puentes”, el asfaltado, la llegada del agua desde Jaén, el transporte público urbano y el alumbrado han sido el “caballo de batalla” de los vecinos, reunidos en la Asociación “Entre Ríos” del Puente Nuevo.
Antiguos cortijos, muy diseminados, fueron restaurándose hace dos o tres décadas, a las espaldas de la Papelera, y poco a poco, se construyó esta zona residencial. “Las más antiguas son las que están en la zona más alta, las nuestras, que están en la intermedia, tienen unos veinte años”, recuerda Miguel Ángel Campos, vecino del Puente Nuevo desde hace doce años. Allí reside con su mujer y sus hijos, durante todo el año. Llegaron y se quedaron. En el caso opuesto, en aquellos que se “refugian” en este excepcional entorno en los meses de verano, está la familia Cobos Muñoz. “Nos solemos bajar desde Jaén cuando las niñas terminan el colegio y estamos hasta el último fin de semana, antes de que empiecen de nuevo, en septiembre, siempre y cuando el trabajo nos lo permite”, cuenta Emi Muñoz. Alejados de los edificios, el tráfico y el asfalto, entre ríos, donde las altas temperaturas son más fáciles de combatir, sobre todo, con las piscinas, que no faltan en parcela alguna. Escalonadas, por las propias características del terreno, es difícil que los ruidos de los vecinos lleguen a molestar demasiado. Virtud esencial para los que buscan descanso en estos chalés. Además, cada tarde, la antigua carretera de Granada se convierte en una improvisada vía para pasear y montar en bicicleta. Con la velocidad limitada a 50, muchas familias salen a hacer un poco de ejercicio y utilizan los arcenes.
Pero estos no son sus únicos atractivos. A cuatro kilómetros del centro de Jaén, menos de dos desde la Universidad, Los Olivares o el centro comercial La Loma, no es de extrañar que sus vecinos establecieran sus domicilios habituales en esta zona: llegan muy rápido y tienen servicios básicos “a mano”. Además, hace veinte o treinta años, recuerda otro vecino, el precio de la vivienda era mucho más asequible que en el casco urbano. Se podía comprar un chalé con parcela por unos diez o quince millones de pesetas. Ahora, la mayoría, revalorizados.