El maltrato nace y se hace fuerte en la desigualdad social

Algo básico falla cuando una mujer maltratada envía cartas de amor a su agresor a la cárcel. Quizá represente la prueba evidente de que el daño psicológico puede llegar a ser mucho más grave que el físico y, desde luego, complicado de olvidar. Esas personas son víctimas durante, pero también después de conseguir salir de la espiral de violencia a la que son sometidas.

    26 nov 2009 / 15:29 H.

    Desde algunas asociaciones se califica esta actitud como una verdadera enfermedad y se crean grupos de trabajo para ayudarlas a salir de esa situación. En todo caso, no se puede solucionar en solitario, porque la ceguera es tal que ellas quedan anulada y sin mecanismos para reaccionar. La dominación del hombre sobre la mujer es una tradición secular, una realidad a todos los niveles sociales, no sólo entre los de menos poder adquisitivo o formación, y sobre nefasto caldo de cultivo se cimentan la desigualdad, en suma, el maltrato.
    En el Día Mundial para la Eliminación de la Violencia sobre la Mujer se vuelve a poner sobre la mesa la ley integral contra la violencia de género, una normativa que acaba de ser objeto de diversas recomendaciones por parte del Congreso y que serán tenidas en cuenta, según anunció ayer la ministra de Igualdad, Bibiana Aído. Una de las más significativas es la propuesta de extender la protección de la madre a los hijos menores, unos niños que deben verse también como víctimas y no como meros testigos. A menudo se convierten en sufridores invisibles, porque su dolor no trasciende en los medios de comunicación y quedan relegados a un segundo plano. Pocas veces se relata qué pasa con los niños después de la muerte de su madre, ni se responde a interrogantes tan elementales como con quién van continuar sus vidas. Si la jornada de ayer sirve para plantearse, al menos, una reflexión personal sobre esta lacra, habrá merecido la pena.