El maestro

Desde Andújar. Pongamos por ejemplo —dice el maestro en clase—, que el gobierno recomiende a los bancos que olviden la deuda de las autopistas de peaje. Los bancos responden que van a pensárselo. Pero es mentira. La respuesta forma parte del juego. Saben de antemano a qué atenerse. Se avienen por fin a una pérdida mil millonaria. Abandonemos aquí la lección de política, y vayamos a la de lengua, replica el maestro. ¿Conocen ustedes aquel dicho de “hazlo, que no lo perderás”, o “descuida, que esto no caerá en saco roto” o “consiente, con tu cuenta y razón”? Pues bien, ¿encuentran ustedes alguna relación entre el refranero, por una parte, y el patriótico, generoso y desinteresado contubernio de banqueros y políticos, por otra? Sugiero una reposada consideración del tema en sus casas. Vallamos ahora a otra cosa, tercia el enseñante. Enzarzado en el tema de la transustanciación y la no coincidencia de sus contradictores (Lutero, Calvino, Zwinglio), el lego olvidó llevar aquel día el pan a la anciana enferma que subsistía con cargo al convento. Al día siguiente el abad ordenó escrutar el misterio de la trinidad. Al tercer día, un rapaz, que vivía a la intemperie y de los avíos de la calle, se introdujo subrepticiamente en el convento, y, aprovechando la meditación de los monjes, alcanzó la despensa, robó el pan y lo llevó a la viuda enferma, impidiendo que muriera de hambre. No se trata de comparar al rufián con el clérigo. No es esa la pregunta. La pregunta es otra: “¿Quién de los dos actuó en el caso más rectamente?” Consideren los pros y los contras, y me responden mañana. Pero díganme ahora: ¿Se encuentra el mundo inmerso en alguna especie de locura? Un silencio sepulcral invadió el aula. Se escuchó el aleteo de una mosca, volando hacia la cristalera. Nadie negó la evidencia. Podéis marcharos, concluyó el maestro, por hoy tenemos bastante.

 

    26 mar 2014 / 23:00 H.