El líder tóxico
Los líderes tóxicos son aquellos que alimentan las necesidades e ilusiones de las personas para engrandecer su propio poder'. Alex Cabriles. Casi sin pretenderlo se nos va la mente en aplicar este calificativo a alguno de los líderes sociales y políticos que actualmente rigen nuestra sociedad.
Son fáciles de encontrar, son aquellos que debilitan la autonomía y capacidad de acción de los seguidores haciéndolos dependientes de él, los que polarizan a la población y producen confrontaciones innecesarias, los que juegan con los temores y las necesidades de las personas y subvierten las instituciones y los sistemas legales, en definitiva los que tienen como principal misión en su vida mantener el poder. ¡Póngale usted caras y nombres al perfil! Sin embargo, es difícil no estar de acuerdo en que si algo necesitamos en estos momentos de incertidumbre y desconfianza, donde el distanciamiento entre la clase política y los ciudadanos ha llegado a cotas insoportables, es la presencia de un liderazgo político diferente al tóxico, que los expertos en management llaman el líder ético. Efectivamente ser un líder ético ya no es una opción, es una necesidad y esto es aplicable a la organización empresarial, social e incluso política. El líder que necesitamos en el actual entorno económico y político es un anfitrión de su organización, tiene que generar el mejor entorno para la creación, el pensamiento y la actuación, el pensamiento convencional no le servirá para mucho, asumirá una doble responsabilidad: conseguir los objetivos propuestos e influir positivamente en su organización y en la sociedad. Basará su liderazgo sobre tres pilares, la integridad, su ideología, creencias, motivos, etcétera, y sobre su capacidad. Cada uno de estos pilares tiene su importancia, si falta la integridad será un líder demagogo, si le faltan los motivos nos “venderá humo” y será trepador y destructivo y si solo tiene capacidad será un tecnócrata. Puestos a elegir, también podríamos recurrir al procedimiento de la joven periodista inglesa que cuentan cenó con dos políticos ingleses W. Gladstone y B. Disraeli, enfrascados en una conocida competencia personal, al objeto de saber cual de ellos le gustaba más y al ser preguntada por el resultado dijo: “No cabe duda que cuando salí de cenar con W. Gladstone pensé que era la persona más inteligente del planeta, pero al día siguiente al terminar mi cena con B. Disraeli, tenía la sensación de que era yo la más inteligente”. ¿Cuál de los dos era el líder ético? En cualquier caso, puede que tenga razón Rubalcaba y no sea necesario un líder, sino muchos, pero éticos, eso será incuestionable.
Ángel Menéndez es economista