El lagarto del “Guanamino”

Bwana, a mí no, decían los indígenas en el famoso chiste. De ahí lo de “Guanamino”, es decir, a mí no me veréis montado en el tranvía. ¿Recordamos la frase? La pronunció nuestro actual alcalde y, desde luego, no le vimos. Ni los informes, los encuentros o los ruegos, consiguieron que los vagones dieran lustre a los raíles que adornan el adoquinado jaenero. Ahora parece que se ha producido algún acercamiento entre el Ayuntamiento y la Junta. Buena noticia. Pero no solo eso puede sacar de su letargo a ese otro “lagarto” verde que duerme en las cocheras.

    12 nov 2015 / 10:43 H.

    El chiste parece que va a cambiar y del “Guanami-no” parece que pasamos al “Guanami-sí”. Javier Márquez, el futuro alcalde, ha dejado caer que a él sí que podremos verle en el tranvía si hay una “conjunción de planetas” que así lo permitan. Algo es algo. Cuando se le cuenta a algún amigo de otra provincia o comunidad el largo periplo del tranvía de Jaén suele caer primero en la incredulidad, luego en la sorpresa y finalmente en la sonrisa cómplice y en un movimiento de cabeza de izquierda a derecha como afirmando que “no tenemos remedio”. En efecto. Hemos sido capaces de mantener durante años una infraestructura construida sin darle uso y dejándola deteriorarse tan solo por enfrentamientos políticos bastante bizantinos y estériles. Una vez traspasada la línea del “¿era necesario?” y teniendo el tranvía dispuesto, los conductores con su formación acabada y los vecinos abarrotándolo en las pruebas solo un empecinamiento ¿doctrinario? puede explicar la ausencia de soluciones. Si de las tomas de contacto entre las administraciones sale una chispa de entendimiento esperemos que sea el detonante para que las máquinas emprendan ir y venir dando sentido a los semáforos, marquesinas, máquinas validadoras e incluso al césped que cubre el recorrido. Pero me temo que aún quedan escollos. Algunos critican el encuentro y lo tildan de electoralista, otros discuten las composiciones que hay que poner en marcha. Dejemos que el lagarto salga, funcione, nos asuste con su campanilla y nos alegre los recorridos con su caminar estable y sostenible. Después habrá tiempo de seguir discutiendo. Pero a bordo.
     Pedro A. López Yera