El impagable valor social de los abuelos, una asignatura pendiente

En una sociedad dominada por la prisa y el escaso valor de los principios fundamentales de la convivencia siempre es positivo dedicar una jornada, aunque sólo sea eso, para recordar ciertas cuestiones primordiales que, precisamente por tenerlas tan cerca, a menudo no se valoran en su justa medida. Hoy se celebra el Día de los Abuelos, coincidiendo con la festividad de San Joaquín y Santa Ana, una efeméride que parte de asociaciones no gubernamentales como Mensajeros de la Paz. Al margen de consideraciones religiosas, es innegable que se reconoce muy poco, a todos los niveles,  la impagable función social que cumplen nuestros mayores. Solo en época electoral se recurre a ellos, como granero de voto significativo, o en las fiestas populares se les da una comida. Poco más. Y, en un ámbito más doméstico, también en las familias se les tiende a arrinconar a medida que van cumpliendo años, desperdiciando una sabiduría popular que no se encuentra en otra parte. Un reciente estudio acaba de demostrar que cuando la economía se complica, los hijos vuelven la mirada hacia los padres como tabla de salvación, hasta el punto de que casi el 80 por ciento considera que la crisis los une más. La mayoría colabora en tareas de la casa y, sobre todo, en el cuidado de los nietos, un trabajo verdaderamente impagable que, además, realizan con el mayor de los desvelos y dedicación. Se les ha llamado la generación de los abuelos canguro, porque con la paulatina incorporación de la mujer al mundo laboral son ellos los que asumen gran parte del papel que tradicionalmente han desarrollado las madres. Ellas trabajan y los menores pasan la mayor parte del día con los abuelos, sus padres auténticos de lunes a viernes. El citado estudio constata que, pese a que las pensiones son muy bajas, más de la mitad de los mayores colabora económicamente con los hijos. Un esfuerzo que, a menudo,  no se agradece en su justa medida.

    26 jul 2009 / 09:52 H.