El ilustrado Jovellanos
Ortega y Gasset pensaba que España no ha tenido Ilustración, pero sí ilustrados. El más notable, Jovellanos, murió hace doscientos años, después de ser ministro de Gracia y Justicia y pasar ocho años encarcelado en Bellver, sin acusación alguna, aunque sí era responsable, como su amigo Goya, de haber combatido el fanatismo, la ignorancia y la superstición.
Jovellanos, filósofo y político, ensayista y poeta, pedagogo e intelectual progresista, intentó cambiar las estructuras del poder desde dentro. Amigo de ilustrados como Pablo de Olavide, Campomanes, Cabarrús o Blanco White, también tuvo poderosos enemigos como la Inquisición, a la que quiso eliminar; la reina, que tanto le odiaba; el intrigante ministro Caballero, que prohibió en las universidades el estudio de la filosofía moral porque “su Majestad no tiene necesidad de filósofos sino de súbditos buenos y obedientes”; o Godoy, el manijero de la tiranía absolutista. Quiso Jovellanos reformar la universidad, se adelantó al espíritu modernizador de la Institución Libre de Enseñanza, satirizó contra la costumbre de casar a mujeres jóvenes con ancianos, aprobó la desamortización eclesiástica y defendió la libertad frente a Napoleón. Intentó aportar mesura en una época en que España padecía las desmesuras del tradicionalismo y en la que Marañón se hubiera posicionado así: “yo no hubiera sido ni patriota absolutista, ni liberal de los de Cádiz, ni afrancesado, yo hubiera sido jovellanista”.
Gabriel Ureña es profesor