El “hijo pródigo” de Bielorrusia
Un “baile” de números de teléfono parecía enterrar una relación que empezó cuando los protagonistas eran dieciséis años más jóvenes. Andrei Trizniu, conductor de autobuses —veintinueve primaveras— solo tenía trece cuando entró en la casa de Juan Estrella y Capilla Aguilar, el matrimonio que acogió a un pequeño de origen bielorruso “muy revoltoso”. La pareja cambió de número y, en las misivas que intercambiaban, dos dígitos desaparecieron por un error de la persona que traducía las cartas. Trizniu llegó a la mayoría de edad mientras intentaba contactar con quienes fueron sus “padres jiennenses” durante su estancia en España. “Pensábamos que ya no daríamos con él”, recuerda Capilla Aguilar.

La Red, universo comunicativo, propició el umbral de lo que más tarde sería el reencuentro físico. “Fue a través de Facebook”, dice el matrimonio. El invento de Zuckerberg permitió a la pareja localizar a Irina Trizniu, hermana de Andrei. “Ella sí habla castellano”, señala Estrella. La familia bielorrusa —padres, hijos, hermana, sobrino y mujer de Andrei— llegó, en microbús, un mes después de una serie de mensajes en internet y de la invitación de los jiennenses que los Trizniu entregaron al consulado de su país, indispensable para viajar. Y, así el pasado viernes, Andrei abrazó de nuevo a Juan Estrella y Capilla Aguilar, en la residencia del matrimonio, en La Imora. “Antes de volver a vernos aquí ya habíamos estado nosotros en su tierra. Fue a finales de la década de los 90”, rememora la mujer. Allí descubrió las condiciones de vida de Andrei Trizniu y los suyos. “Ahora están mejor que cuando yo fui”, admite. La comunicación se perdió poco después de aquella experiencia. “Lo reconocí sin problemas cuando lo vi el viernes. Y ha venido con sus hijos, Victoria y Star, y sus padres, Cora y Ladisa”, cuenta Estrella. El punto de reencuentro fue la imprenta del jiennense. No resultó una elección arbitraria: las palabras que pronunció el pequeño Andrei Trizniu antes de regresar a Bielorrusia tras un mes en el mar de olivos fueron “Juan”, “España” e “imprenta”. Las familias ya han disfrutado de las actividades que tanto gustaban al niño que acogieron: ir a la playa de Salobreña (Granada) y pasar por el puente de la Zarza. El carácter de Andrei, cuenta Capilla, sigue igual: “Aún es muy borrico”.