El eterno dilema: ¿público o privado?

Lorenzo Rueda Peña desde Andújar. Hay batallas que, antes de comenzar, sabes que las vas a perder por goleada pero, aunque consciente de tu inferioridad, no te dejas llevar por la desgana y tratas de demostrar, con los mejores argumentos a tu alcance, que parte de razón también tienes en el asunto y que, todo lo que nos han vendido durante muchos años, hace aguas por algunas partes. Una de esas batallas es la ideológica, batalla que, desde hace más de un siglo, la izquierda lleva ganando antes de terminar el último asalto por KO, sin encontrar rival que les haga tambalearse lo más mínimo. Lo público es bueno, lo privado malo.

    03 jul 2013 / 18:44 H.

    El beneficio del empresario es malo. La sanidad y la educación tienen que ser públicas. El Estado es bueno, el libre mercado es malo. Todos estos axiomas, o afirmaciones sin demostrar, nos las han ido metiendo a golpe de martillo pilón con su implacable y tenaz propaganda ideológica, de tal forma que, al igual que no se considera vivienda al inmueble que no tenga baño, cocina, estar y dormitorios, tampoco existe organización social posible que se asiente sobre pilares distintos a los arriba señalados. Digo esto porque ahora, a consecuencia de la fuerte crisis que estamos padeciendo, se están poniendo en entredicho, por determinados sectores de la sociedad alguno de esos pilares, por ser un lastre para salir lo antes posible de la crisis, lo que está creando una fuerte contestación social en amplios sectores políticos y sindicales.
    Así por ejemplo, estamos viendo todos los días en Madrid fuertes protestas contra la supuesta privatización de varios hospitales y centros de salud. Y digo supuesta porque, de lo que yo he leído, todo quedaría en una mera privatización de la gestión de los servicios de salud, cuya titularidad continuará siendo pública y por tanto financiada con nuestros impuestos. ¿Motivo de las protestas? La sanidad pública no se privatiza. ¿Argumento? La sanidad es un servicio básico y primordial para garantizar la salud, por lo que no debe caer en manos del malvado sector privado que solo atiende al beneficio económico. Por el contrario, a los gestores públicos puestos a dedo por el político de turno para gestionar los centros hospitalarios, muchas veces sin la preparación y experiencia suficientes, sí se les supone la pureza necesaria para realizar su labor diaria, sin otro interés que el bien común. ¡ja, ja! Pues bien, tan esencial como la salud, o más, entiendo yo, y creo que ustedes estarán de acuerdo conmigo, es la alimentación, el vestido o el calzado. ¿O no? Y por esa regla de tres habría que definirlos como públicos, pasando a ser prestados por el Estado. Sin embargo como el mercado ha demostrado de sobra su eficiencia para abastecer de alimentos, ropa y calzado a los consumidores, nadie se plantea ahora y nadie se manifiesta en las calles pidiendo la estatalización de esos servicios básicos para la sociedad. De esta forma, usted dispone de diferentes supermercados y restaurantes, todos ellos privados, para abastecerse de comida o ir directamente a comer, sin que necesariamente estos establecimientos tengan que ser para ricos o que la comida en los sitios de “menú del día” tenga que ser mala. Será la atención al cliente y la relación calidad-precio la que determine , gracias a la disciplina de la competencia y al juicio implacable del consumidor, qué establecimientos perdurarán en el tiempo o cuáles deben cerrar. ¿Por qué no puede ocurrir lo mismo con la sanidad? ¿Por qué ese miedo a lo privado? Los manifestantes reprueban que las empresas, y los inversores que hay detrás de ellas, puedan obtener beneficios, gran pecado de la iniciativa privada, algo que a juicio de los poco amigos de la libertad, lo convierte en inmoral y poco ético frente a lo público. ¿Acaso no buscan también una compensación económica los médicos, enfermeros, celadores y administrativos de la sanidad pública? El salario es la retribución del trabajo y el beneficio es la retribución del inversor que arriesga su dinero, siendo tan lícito el uno como el otro. Esta es la batalla ideológica de la que les hablaba al principio y que los sectores socialistas o socialdemócratas de todos los partidos políticos han ganado por goleada. Y la explicación es muy sencilla: Sociedad aborregada, sin crítica, tenemos derecho a todo, gratis y al momento, renuncia absoluta al ejercicio de la libertad individual, el Estado se ocupa de todos mis problemas y resuelve mi futuro, los políticos tan contentos por disponer de ingentes cantidades de dinero que ponemos en sus manos, vía impuestos, para organizarnos el futuro. Este es el mal llamado Estado del Bienestar y que Hayek, ilustre economista de la Escuela Austríaca, llamaba Estado-Providencia. Y para terminar ejemplos: La piscina cubierta de Andujar es un servicio público prestado por una empresa privada y creo que funciona bastante bien. El suministro de agua es un servicio público y se presta en muchas localidades por empresas privadas o mixtas (capital público y privado) teniendo un nivel de calidad, al menos, aceptable y con unos niveles de salubridad más que suficientes. Piensen y recapaciten.