El erizo.- Un chute de vida

Por Nuria López Priego 
Cuando Orson Welles revolucionó la historia del cine con Ciudadano Kane (1941) apenas contaba 26 años. Su hazaña despierta tanta admiración como envidias entre las hordas de estudiantes que, anualmente, escupen las facultades de Ciencias de la Comunicación y las Escuelas de Cine de todo el mundo, pero también en el clan de cinéfilos y cineastas ya consagrados.

    13 ene 2010 / 18:14 H.

    Nadie, hasta ahora, ha logrado repetir su gesta, aunque sí arañarla. Es el caso de Mona Achache. Una cortometrajista francesa de 28 años que, estas Navidades, ha sorprendido a crítica y público con un animal nocturno, menudo, pero de tremendo hocico, que está cubierto de púas: El erizo.
    Este es el título de su primer largometraje. Una maravillosa adaptación al cine de la novela de Muriel Barbery, La elegancia del erizo, que sorprende por su vitalismo, por la inteligencia del guión y la profundidad del pensamiento que transmite —no en vano Barbery es profesora de Filosofía— y por la sensibilidad que irradia una historia que, al igual que Amélie o La mariposa y la escafandra, destila esperanza y color en un mundo en el que tan sólo vemos grises.
    El erizo es la historia de una niña de 11 años que quiere suicidarse porque no le encuentra sentido a la vida y de la portera de su edificio. Un inmueble de inquilinos ricos que son pobres y miserables, a pesar de todo su poder y su dinero. Es la historia de dos almas gemelas que buscan su sitio en un mundo en el que no hay lugar para la belleza de los detalles. Un ejemplo de lucidez en medio de la ceguera que sufre la sociedad actual. Una fábula audiovisual que, respetando la novela en la que se inspira, abre, no obstante, la puerta a un discurso nuevo, todavía más brillante.

    Directora: Mona Achache 

    Protagonista: Josiane Balasko, Garance Le Guillermic