El 'entierro' del alcalde de Mogón
Silvia Ruiz/Fernando Cano/Jaén/Mogón
Pocas tradiciones son tan singulares como las que acaban de rescatar los vecinos de Mogón. Su alcalde, Jesús Pérez, simuló estar muerto. Enlutadas lo acompañaron en su entierro y fue portado por los amigos en un ataúd. La comitiva paró en varios locales hasta ser arrojado al río Aguascebas.
Pocas tradiciones son tan singulares como las que acaban de rescatar los vecinos de Mogón. Su alcalde, Jesús Pérez, simuló estar muerto. Enlutadas lo acompañaron en su entierro y fue portado por los amigos en un ataúd. La comitiva paró en varios locales hasta ser arrojado al río Aguascebas.
Existen tradiciones únicas, que se logran rescatar con el paso de los años y que sorprenden, incluso, a los mismos organizadores. Se trata de unas costumbres que hacen que las fiestas de cualquier pueblo tengan algo de característico y peculiar. Mogón, una pedanía de Villarrillo, recuperó —con motivo de su Feria en honor de San Vicente Mártir y la Virgen del Valle del Aguascebas— una actividad que llevaba doce años sin celebrarse y que dejó a vecinos y visitantes con la “boca abierta”.
Jesús Pérez Pinel es el joven alcalde de Mogón. Hace algunas semanas, le comentaron que, antiguamente, había una tradición, la del “entierro floreado del señor alcalde”. La iniciativa consistía, básicamente, en meterse en un ataúd, simular que estaba muerto, ser el protagonista de un cortejo fúnebre y, finalmente, arrojarlo al río. No se lo pensó. Creyó que era algo muy original y que iba a atraer a muchísimas personas. “Lo pasé bastante bien. Es una experiencia nueva y, aunque al principio estaba muy nervioso, porque no es algo que se haga todos los días, creo que repetiría”, explica Pérez. “Es más, el objetivo es hacer el entierro del alcalde, al menos, durante toda la legislatura”, afirma.
La “tenebrosa” idea surgió hace veinticuatro años, cuando Francisco Zamora Ortega —hoy día concejal de Anejos, Juventud y Deportes— era el máximo mandatario de Mogón. Agobiado por el estrés de los preparativos de la feria, afirmó que “tendría que estar muerto para que lo dejasen descansar”. Dicho y hecho. Con la ayuda de sus familiares y amigos, simuló su propio entierro y, de esta forma, simbolizó que así comenzaban sus vacaciones. “La última vez que se hizo fue en el año 1989, y también el que iba en la caja era Francisco Zamora que, en esta ocasión, no ha dudado en acompañarnos, y el que ha propuesto que se rescatara esta tradición”, apunta Jesús Pérez.
El actual alcalde pedáneo se metió en el ataúd y la fiesta no decayó. El pasado miércoles, cuando cayó la tarde, el cortejo fúnebre partió desde el centro municipal. El “cadáver”, bien pintado, fue portado por un grupo de amigos y seguido de las “enlutadas” y “afligidas” amigas y su novia. Al llegar hasta la zona del Paseo, cientos de vecinos se agolparon para ver pasar el atípico funeral, que incluía banda de música, disparo de cohetes y, sobre todo, alegría y jolgorio.
Pronto llegó la primera parada en el camino, en la que se repuso energía con unas copas. Una vez que bajó el féretro, los asistentes se agolparon para ver al difunto de cerca. Inmortalizaron el momento con vídeos y fotografías. Al son de la música, el cortejo siguió su trayecto y paró en varios establecimientos para brindar por esta tradición.
Por último, se celebró otro de los momentos más esperados. Poco después de las diez de la noche, la comitiva se trasladó hasta el río Aguascebas, en concreto, a la conocida playa fluvial de El Charco, que se encontraba abarrotada de vecinos dispuestos a ver la parte final de la representación. Allí, los uniformados portadores, con brazaletes negros, como antaño, arrojaron el cuerpo de Pérez Pinel hasta el río para que “despertase” de esa especie de sueño en el que vivió cómo podría ser su propio funeral. Tras un refrescante baño y rodeado de una multitud, todo volvió a la normalidad y la fiesta continuó hasta altas horas de la madrugada.
La máxima autoridad de Mogón recuerda que, aunque el negro estaba presente en cada vestido o cada traje, en el ambiente imperaba el “cachondeo”. Por ello, agradeció a familiares, amigos y vecinos que lo apoyaran y lo “ayudaran” en la organización de esta singular iniciativa.