El don de la propia vida

Concepción Agustino Rueda desde Jaén. En la pasada Navidad, como en las anteriores, hemos intercambiado regalos con las personas queridas y allegadas, haciendo un extra en la administración de nuestra economía. El regalo supone una muestra de aprecio, de cariño hacia la otra persona, y es siempre bien recibido; pero hay un regalo, un don que no tiene precio, y es el de nuestra propia vida, el de nuestro tiempo, de nuestro esfuerzo a aquel que lo necesita.

    11 ene 2013 / 16:15 H.

    Es el darnos a nosotros mismos en gratuita y valiosa ofrenda. En nuestro tiempo, la incomunicación es un hecho lamentable y demasiado frecuente. Nos hemos convertido en seres independientes y autosuficientes, para los que es un desconocido el propio vecino. ¡Cuánta necesidad tienen tantas personas de nuestra acogida, en forma de saludo, sonrisa, apretón de manos, palabra amable, etcétera! ¡Cuánta necesidad de nuestra atención y escucha!. Propongo que en este nuevo año, a modo de propósito irrevocable, compartamos nuestra vida con los demás, especialmente, con los solitarios, los enfermos, los marginados. Que aparquemos, de vez en cuando, nuestros propios problemas, para ocuparnos de los de los otros; además de una obra de caridad, es una excelente terapia, que nos deparará satisfacción y alegría. Hagamos el bien sin esperar nada a cambio, a fondo perdido, en la seguridad de que seremos recompensados por ello, ya en la existencia presente, y especialmente, en la futura. Sembremos nuestro camino de buenas obras y cosecharemos felicidad.