El dominio de la mente
Aferrarnos al suelo que pisamos, desgraciadamente hemos visto que no es lo más importante, sólo en unos segundos este puede desmoronarse, provocar la pérdida de todo lo que consideramos era nuestro patrimonio y en ocasiones, la vida. Viajar por la vida livianos, en vez de agarrarnos a cosas sólidas es el mayor símbolo de poder. Nos solemos cargar de compromisos inquebrantables, mientas nuevas oportunidades pasan a nuestro lado sin que las veamos.
Al límite de la vida, deseamos haberlas aprovechado y disfrutado. Los poderosos evitan lo durable. Los menos favorecidos luchan para lograr que sus efímeras posesiones duren más y les den rendimientos que ellos consideran imperecederos. Bill Gates, por ejemplo, se separa sin penas de sus ganancias, porque lo que le da poder es la vertiginosa velocidad de circulación, reciclado, envejecimiento y reemplazo de sus productos. Es lo que Zygmunt Bauman llama la modernidad líquida. El pensamiento de que el juego de la vida continúa, de que todavía sucederán nuevas cosas y de que el inventario de emociones positivas que nos puede ofrecer estar vivos sigue vigente, es lo que nos impulsa a levantarnos de la cama, a construirnos y reinventarnos. No podemos simbolizar que en una milésima de segundo podemos desaparecer, ese miedo nos frenaría. Y mientras tanto, aquí, donde discurre nuestro complicado existir, siempre habrá algún pusilánime cercano “dándonos por culo”, eso es inevitable.
Maribel León es socióloga