'El dolor me amenaza de muerte'
Irene Bueno / Jaén
Pasa el día a base de calmantes desde hace ocho años y sabe que su hígado le presentará factura en un breve plazo de tiempo. Una operación, en principio sin transcendencia, ha tenido unas secuelas dramáticas para Miguel Martínez, un vecino de Jaén que no sabe ya a quién acudir.

Pasa el día a base de calmantes desde hace ocho años y sabe que su hígado le presentará factura en un breve plazo de tiempo. Una operación, en principio sin transcendencia, ha tenido unas secuelas dramáticas para Miguel Martínez, un vecino de Jaén que no sabe ya a quién acudir.
Miguel Martínez Millán tiene 48 años y el dolor ha reducido su calidad de vida a la mínima expresión. Después de ocho operaciones, más de cien visitas a la Urgencias hospitalarias y diversos ingresos en la Unidad del Dolor del Hospital Doctor Sagaz, su cuerpo se encuentra al límite. Por ello, hace un llamamiento público a los facultativos o equipos de médicos españoles para que alguien le ofrezca una posibilidad de tratamiento diferente a la ingesta de calmantes.
Su petición es clara y lícita: quiere vivir sin la tortura constante del dolor. Miguel explica que fue camionero durante más de veinte años y que en 2002 comenzó con un fuerte dolor en la zona lumbar. Le realizaron diversas pruebas y le diagnosticaron que tenía dañado el nervio ciático entre las vértebras L-5 y L-6. La solución era una operación —sencilla, a priori— de unos quince o veinte minutos que consistía en “quemar” este nervio.
Asegura que, tras la intervención, los dolores no sólo no desaparecieron, sino que aumentaron y esto le llevó a visitar otros médicos en Sevilla y en Granada. En este tiempo le han realizado cinco operaciones en la región lumbar —cuatro de ellas de una gran complejidad y con serio peligro para su vida—, dos en las cervicales y una de vesícula. Miguel sólo puede caminar apoyado en un andador, depende de su mujer para casi todo y, después de pasar por los diferentes tribunales, ha obtenido los reconocimientos de jubilación absoluta y de gran invalidez. Sin embargo, todavía le queda una batalla pendiente con el dolor y sabe que esa lucha es a vida o muerte. Los medicamentos que tiene que tomar minan su organismo y poco a poco ve cómo se le agotan las fuerzas. Las secuelas de la dolencia tienen graves repercusiones sobre su persona y su vida familiar.
Asistencia. Este jiennense apunta que, desafortunadamente, ha tenido que visitar en diversas ocasiones la Unidad del Dolor del Hospital Doctor Sagaz. Subraya que para los numerosos pacientes que suelen coincidir allí, el verano es una época muy mala ya que cierran la planta en la que se trata a estos enfermos (la segunda) y los reubican en la destinada a pacientes críticos (la primera). Según Martínez Millán, las situaciones que se producen son absolutamente tercermundistas ya que se “hacina” a personas que están al borde de la muerte y aún así aquellos que acuden para ser tratados del dolor se encuentran, con frecuencia, que no hay camas libres.